domingo, 5 de junio de 2016

CÁDIZ CON ORGULLO

El investigador y catedrático de la Universidad de Cádiz, Francisco Vázquez García, intervendrá el martes 7 de junio, junto al documentalista Fernando Osuna, en la charla-coloquio Lxs presxs sociales durante el franquismo: la reparación moral que nunca llegó, que tendrá lugar a las 18 h. en la Sala Colombia de la Casa de Iberoamérica, en la capital gaditana, en el marco de la Semana del Orgullo 2016 que han organizado más de una decena de entidades lgtbqi de toda la provincia con el respaldo del Ayuntamiento, la Diputación y diferentes partidos políticos. En el siguiente artículo nos expone la situación de la investigación histórica de la represión política del homoerotismo durante la dictadura franquista.



Dictadura franquista y persecución del homoerotismo. Trabajos recientes que rompen tópicos



La persecución de la homosexualidad masculina durante el franquismo, un asunto que hasta hace bien poco no había merecido la atención de los investigadores, se ha convertido en el curso de los últimos años en el territorio más frecuentado por los historiadores del homoerotismo español. Esta tendencia no resulta ajena, sin duda, al impulso recibido en nuestro país por el movimiento de recuperación de la memoria histórica. El recuerdo de los homosexuales castigados por la dictadura se une al de los profesores y maestros depurados y represaliados, las presas ultrajadas y ejecutadas o los prisioneros políticos condenados a trabajos forzados. Al mismo tiempo, aunque de forma gradual y en desiguales condiciones según los casos, comienzan a abrirse los archivos de las instituciones persecutorias, descubriéndose ante el estudioso, un nuevo continente por explorar. A estos documentos se unen las voces recogidas por la historia oral, dando color y vida palpitante a la grisalla de los expedientes policiales, judiciales y clínicos.

En este contexto han florecido las publicaciones sobre la “represión” de los homosexuales en el periodo franquista. El repertorio de autores dedicados a esta tarea es ya bastante amplio: Javier Ugarte, Geoffroy Huard, Alberto Mira, Richard Cleminson, Javier Fernández Galeano, Francisco Molina, Óscar Guasch, Arturo Arnalte, Jordi Terrasa, Fernando Olmeda, Nathan Baidez, Lucas Jurado y Víctor Mora entre otros. Se trata de un elenco muy heterogéneo, donde coexisten relatos de índole periodística con otros más orientados a la recogida de testimonios orales; sesudos análisis del discurso médico o jurídico y exploraciones de alcance más sociológico, fundadas en la observación etnográfica o en material de archivo.

Muy pocos trabajos han seguido esta última pista, la más prometedora, sin duda, junto a las indagaciones que toman como base los testimonios orales. El futuro  de este campo de investigación estará muy condicionado por la actitud que se adopte a la hora de hacer factible el acceso a los archivos judiciales que contienen documentación procesal sobre estos casos. Como ha sucedido en otros países, el análisis de esta documentación, combinado con una exploración etnográfica sustentada en entrevistas e historias de vida, permite tener un retrato bastante fiel de las formas de persecución y control social, captando al mismo tiempo las resistencias y la experiencia vivida de los afectados. Ciertamente, existe una directriz clara y general sobre este asunto, de modo que salvo que hayan transcurrido 50 años se requiere la autorización de los individuos implicados, y aun habiendo pasado ese intervalo, debe preservarse el anonimato de los protagonistas, a menos que su fallecimiento esté acreditado. En la práctica, este apartado de nuestra memoria histórica sólo se puede explorar en aquellos archivos donde el buen criterio de sus administradores, facilita la consulta del investigador, algo que por desgracia no siempre sucede. El ejemplo, que debería seguirse en toda España, lo constituyen los Archivos de la Ciutat de la Justicia de Barcelona, donde el personal, con amabilidad y diligencia, se preocupa por poner al servicio del investigador la rica documentación procesal que allí se contiene.

A continuación me referiré brevemente a tres trabajos recientes sustentados en ese género de fuentes: material extraído de los archivos judiciales (en los dos primeros casos), por una parte, y casos clínicos y literatura médica (en el tercer caso), por la otra.
  
El trabajo Geoffroy Huard, Los antisociales. Historia de la homosexualidad en Barcelona y París, 1945-1975 (Madrid, Marcial Pons, 2014), es resultado de una tesis doctoral leída entre la Universidad de Cádiz y la de Picardía (en Francia), en la que participé como director, y ejemplifica muy bien el partido que se le puede sacar a las fuentes procesales. Su autor, miembro de nuestro grupo de investigación y antiguo alumno del Máster de Género de la UCA, es actualmente profesor en la Universidad de Le Havre. Se trata no sólo de un trabajo capital para el conocimiento histórico de la realidad homosexual en Francia y España, sino que permite esclarecer decisivamente el debate político acerca del movimiento gay en la actualidad.  No es casualidad que el texto se elaborara coincidiendo prácticamente con la controversia y aprobación final del matrimonio entre personas del mismo sexo, en el país galo.

Apoyándose en un ingente trabajo de documentación, cruzando fuentes, a menudo inexploradas hasta la fecha y muy variadas, consultadas a un lado y otro de los Pirineos (archivos de la administración policial y judicial, archivos privados, revistas, carteles, panfletos y magazines, memorias y biografías de activistas, literatura, material fílmico y radiofónico), la investigación pone al descubierto la existencia, tanto en la Francia de los trente glorieuses como en la España franquista, de una floreciente y muy visible subcultura homosexual. A la cartografía de sus enclaves (“meaderos”, cines, saunas, piscinas, parques, etcétera) en el espacio urbano y a la etnografía de sus prácticas y modalidades de microrresistencia y creación, se dedica la segunda parte del libro. En esta sección se evita, con mucho tino, caer en la evocación folclórica de la vida gay, como si lo usos y costumbres expresaran una forma idiosincrásica, inherente a la homosexualidad. Muy al contrario, siguiendo las enseñanzas foucaultianas, los estilos de vida se presentan como respuestas a unas determinadas modalidades de ejercicio del poder. Así por ejemplo, la desvinculación del sexo respecto a los afectos no traduce la sexualidad consustancial a un supuesto psiquismo gay, sino la lógica deriva de un erotismo condenado a existir fuera de los lazos familiares aceptados.

El trabajo, en efecto, mantiene un formato de historia comparada, tomando como referencia a París y a Barcelona, siendo esta última la ciudad española con una presencia homosexual más activa y más visible, ya desde antes de la Guerra Civil. En esta meticulosa labor comparativa, de la que tan necesitados estamos en el campo de la historia de la sexualidad, se ponen también en entredicho algunos tópicos. Por ejemplo, el que considera, a priori, que la represión de las relaciones homosexuales debió ser más cruda y encarnizada en la dictadura franquista que en la democracia gaullista. La legislación francesa, desde De Gaulle hasta la despenalización de la era Miterrand (1981), sólo castigaba las relaciones homosexuales con menores, mientras que la española, desde la reforma de la Ley de Vagos y Maleantes en 1954, apuntaba teóricamente a todo contacto homosexual. De cualquier modo, la célebre subenmienda Mirguet de 1960 (que agravaba las penas por ultraje al pudor en los casos de homosexualidad) no podía presentarse como el arranque de la represión, sino más bien como un punto de llegada dentro de un proceso mucho más largo. En ambos casos, la represión del escándalo público daba también lugar a la persecución de este tipo de conductas. En la práctica, sin embargo, la intervención de la policía francesa era más sistemática y producía un mayor número de condenas que su contrapartida española. La acción policial y judicial española, aparte de ser más esporádica en su ejercicio, tenía un marcado carácter clasista; la homosexualidad aparecía conectada con la vagancia; sólo aquellos “maricas” sin oficio ni beneficio eran de hecho condenados por los tribunales.

Precisamente la primera parte del libro se dedica a contextualizar la persecución antigay en ambos países, dentro una vasta ofensiva heterosexista, propiciada en ambos casos durante la atmósfera de postguerra. En este planteamiento, el homosexual aparece identificado con un enemigo biológico, una amenaza para la “raza”, que pone en entredicho la identidad nacional. Se asocia aquí la quiebra de la virilidad con el desfallecimiento de la nación. Los que se entregaban a conductas “antifísicas”, eran equiparados a una suerte de quinta columna del enemigo. En Francia esto se plasmó en la atribución del vicio homosexual a los colaboracionistas de la ocupación nazi. En España el argumento equivalente asociaba la condición de homosexual con la de “rojo”. Por otro lado, en ambas naciones se contemplaba al homosexual como un potencial peligro para el futuro productivo y reproductivo de la nación, por eso se veía en él a un “corruptor de la infancia”, empeñado en contagiar su aberración. Las políticas pronatalistas, el énfasis en la distinción entre la masculinidad y la feminidad y la protección de los menores aparecían entonces como estrategias combinadas, siendo la homosexualidad el negativo de todas estas intenciones. En este mismo capítulo se da cuenta de la estigmatización psiquiátrica y judicial de estos comportamientos, confrontando la situación francesa con la española.

En la tercera y última parte, utilizando ya otro tipo de fuentes, principalmente hemerográficas, el autor reconstruye con minucia los contornos del activismo político de los homosexuales franceses y españoles desde 1950. Se recompone la trayectoria de los principales protagonistas (Guérin, Hahn, Eaubonne, Hocquenghem, Baudry, Armand de Fluviá, etc) y de las organizaciones entre las décadas de 1950 y 1970. Se siguen de cerca los vínculos de solidaridad entre el grupo de Arcadie  y la puesta en marcha, como contestación a la Ley franquista de Peligrosidad Social (1970), del Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH). El análisis, preciso y detallado, muestra por un lado la variedad del movimiento, empezando por el propio FHAR, que dista de obedecer a un patrón monolítico. Pero lo principal de esta sección es que se pone en tela de juicio la supuesta frontera entre el reformismo “tímido” de los grupos “homófilos” (Arcadie, AGHOIS) y el carácter revolucionario de las organizaciones de “liberación homosexual”.

El segundo trabajo que quiero comentar, a cuyo nacimiento también he tenido la suerte asistir, pues su autor tuvo la amabilidad de pasarme el borrador para revisarlo, es el artículo de Javier Fernández Galeano, publicado en inglés con el título “Is he a social danger?: the Franco Regime’s judicial prosecution of homosexuality in Málaga under the Ley de Vagos y Maleantes”. Se publicó este mismo año en el prestigioso Journal of the History of Sexuality, 25 (2016), 1, pp. 1-31. Su autor es un doctorando que trabaja en la Brown University, en los Estados Unidos.

En este caso la exploración se apoya exclusivamente en documentación procesal extraída de los Archivos Provinciales de Sevilla y de Málaga.  Fernández Galeano se centra en la provincia Málaga, desde 1954, año en que se reformó la Ley de Vagos y Maleantes, incluyendo en ella el despliegue de medidas de seguridad para corregir la conducta de los homosexuales, hasta 1962, cuando empezó a despegar la industria turística en esa región. Su estudio aborda fundamentalmente la aplicación de la ley y el modo en que las actitudes de los actores sociales y de los funcionarios gubernativos influyeron en los veredictos de los tribunales.

El análisis toma como referencia un total de 35 casos juzgados por la Audiencia Provincial malagueña. Aunque el Gobernador Civil de ese periodo, Antonio J. Rodríguez-Acosta detentaba el mando sobre la Policía Armada y la Guardia Civil y puso mucho celo en la persecución de actos y conductas indecentes que parecían proliferar en las localidades con más atractivo turístico, su empeño quedó un tanto frustrado. Los que ejercieron como jueces de la Audiencia malagueña durante ese periodo, sólo dictaron condenas en un 17% de los casos. La cifra llama aún más la atención si se tiene en cuenta que la Audiencia sevillana, en ese mismo periodo, dictó un 73% de sentencias condenatorias.

Sin duda la necesidad de preservar las buenas costumbres evitando al mismo tiempo una presión excesiva sobre los visitantes extranjeros, introductores de nuevos usos en la población local, puede explicar estas diferencias. Pero lo decisivo, según Fernández Galeano, que viene a corroborar lo señalado por Geoffroy Huard, es que la justicia aplicada en estos casos se modulaba de distinta manera según el status y el capital social de los encausados. Aunque la Guardia Civil optaba por ofrecer un perfil culpabilizador de los detenidos, los alcaldes, la Iglesia y los mismos jueces, tendían a rebajar la severidad de sus intervenciones cuando se trataba de una persona con oficio estable, domicilio localizado, contactos importantes o una acreditada trayectoria religiosa. El artículo refuta también el tópico según el cual los homosexuales “pasivos” y “afeminados” (“maricas”) serían sancionados más suavemente que los “activos” y de apariencia masculina (“maricones”). No parece que este factor desempeñara un papel relevante en las sentencias; lo que sí resultaba relevante a los ojos de los jueces, aparte del status social, era si la relación tenía lugar con menores. En este caso el reo afrontaba todo el peso de la ley.

El último trabajo que quiero mencionar es también una tesis doctoral que he tenido la suerte de dirigir. Se defendió en la UNED, en enero de este mismo año. Su autor es Francisco Molina, componente asimismo de nuestro grupo de investigación, y se titula Estigma, diagnosis e interacción. Un análisis epistemológico y axiológico de los discursos biomédicos sobre la homosexualidad en los regímenes autoritarios ibéricos del siglo XX. Su publicación conjunta por una editora provincial y la Fundación Triángulo está prevista para este año. Como en el caso de Geoffroy Huard, en este se ofrece un estudio comparativo. El libro confronta así control psiquiátrico de la homosexualidad desplegado durante el periodo franquista con el habilitado en la etapa de la dictadura salazarista. La proximidad cronológica, de sistema político y de trasfondo cultural entre ambas realidades, hace resaltar con mucha elocuencia las diferencias que se ponen en liza.

Francisco Molina confronta las evoluciones y los contextos respectivos de cada caso nacional, pasando revista a las instituciones, los agentes expertos y los discursos involucrados en la psiquiatrización de las conductas homoeróticas, siguiendo al detalle la cambiante recepción de las teorías y los tratamientos importados y poniendo en relación los dispositivos psiquiátricos con la historia social, política. Se advierte el contraste entre una psiquiatría, la portuguesa, más reciamente positivista, y una medicina mental, la española, mucho más apegada a la retórica y a los distingos de la escolástica tomista y el tradicionalismo católico.
 Aunque el libro se ocupa principalmente de la homosexualidad masculina, los análisis consagrados a la psiquiatría portuguesa, que en esto difiere de la española, muestran el interés de los galenos lusos por el lesbianismo y el homoerotismo femenino en general. Por otra parte esta obra no es sólo una aportación a la historia cultural de la sexualidad. Se está ante un trabajo de epistemología histórica en toda regla; no sólo trata de mostrar las causalidades que condicionaron el desarrollo de los discursos psicopatológicos, sino de evaluarlos en tanto que poseen una pretensión de validez, es decir, se plantea hasta qué punto se trata, realmente, de discursos científicos.

El resultado se palpa en ese cúmulo de pintorescas taxonomías de la homosexualidad exhibidas por los manuales y estudios clínicos publicados por los facultativos ibéricos. Como en la célebre clasificación china de los animales evocada por Borges, los sentidos se solapan y la escisión entre las posiciones activa y pasiva se embarullan con la que separa lo natural y lo antinatural, lo puro y lo impuro, lo normal y lo patológico. El resultado es que el saber psiquiátrico elaborado a partir de estos criterios está más próximo a la metafísica more borgiano, esto es, como una rama de la literatura fantástica, que a las maneras de una disciplina científica. Un panorama no exento de humor, como tendrá ocasión de comprobar el lector, si no fuera porque esas taxonomías se hacían acompañar de un siniestro séquito terapéutico (tratamientos aversivos, electrochoque, remedios químicos, trabajo forzado en colonias penitenciarias, lobotomía), digno de figurar en el museo de los horrores.

Uno de los elementos más originales de este trabajo es que, además del estudio de los discursos expertos y de los expedientes clínicos, utiliza abundantemente los testimonios orales. El autor ha entrevistado a casi una veintena de personas, entre ellos homosexuales de distinta clase y condición, españoles y portugueses; policías, psiquiatras y hasta un capellán militar.

En su incandescencia, estas existencias reales, tanto la de las personas anónimas entrevistadas como la de la multitud de biografías recogidas en los dossieres clínicos, desafiaron los requerimientos de la autoridad. A ellas pueden aplicarse al pie de la letra las palabras de Foucault: “para que algo de esas vidas llegue hasta nosotros fue preciso por tanto que un haz de luz, durante al menos un instante, se posase sobre ellas, una luz que les venía de fuera: lo que las arrancó de la noche en la que habrían podido y quizás debido, permanecer fue su encuentro con el poder; sin este choque ninguna palabra sin duda habría permanecido para recordar su fugaz trayectoria” (Foucault, M.: “La vida de los hombres infames”, p. 181).

A través de la conmoción producida por el descubrimiento de esos fragmentos de resistencia, el lector accede en este trabajo a una monumental recuperación de la memoria histórica.

Con estas pinceladas de las investigaciones recientes emprendidas por Geoffroy Huard, Javier Fernández Galeano y Francisco Molina, he tratado de mostrar que, aun contándose ya con un repertorio importante de estudios acerca del homoerotismo en la España de Franco, el continente apenas se ha comenzado a explorar. La indagación de los distintos archivos provinciales y la recolección de la experiencia de los testigos sólo han dado, hasta la fecha, sus primeros pasos.






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