jueves, 10 de noviembre de 2016

ELECCIONES NORTEAMERICANAS

James Baldwin y EEUU: el fin de una era

 

Por Juan Argelina y Eduardo Nabal



A Candyce Leonard
  
Algunos, como la legendaria feminista Gloria Steheim, piensan que los EEUU no están preparados para ser presididos por una mujer. Nos da que no es ese el problema, ya que Clinton ha demostrado ser una estratega de primer orden, aunque menos querida y populista en tiempos de recesión que su contrincante. Obama no hizo mucho de lo que prometió y en su lugar tenemos a uno que, además de multimillonario es machista, racista, homófobo y con resabios de chulo fascistoide. Pero tampoco podrá hacer lo que quiere porque gobierna el dólar y no solo los presidentes.
            En cualquier caso no está de más recordar, en nombre de los perdedores que siguen muriendo en los barrios mas desfavorecidos de EEUU, a un gran escritor que en las décadas más convulsas del siglo pasado dio voz desgarrada a esas grandes minorías que hoy temen por lo poco que han conseguido. Uno de los mayores exponentes de la llamada narrativa afroamericana del momento, además de un autor comprometido, a su manera y dentro de las cortapisas de su época, con la liberación homosexual, fue el novelista y dramaturgo James Baldwin, que estuvo cerca de la campaña política de Marthin Luther King y desconfió de algunas proclamas iracundas de Malcom X, hacia un pueblo todavía discriminado, de forma más sutil, en los EEUU.
                A pesar de haber tenido un presidente negro, lo cierto es que sigue habiendo barrios estigmatizados, una mayor discriminación laboral. Un alto tanto por ciento todavía elevado de los y las trabajadoras peor remunerados siguen siendo afroamericanos, o la cada vez más variada y valiente gente de origen hispano. Ha habido, pues, grandes cambios pero no cambios profundos. Más vistosos que reales. Las estrellas de cine afroamericanas se siguen pudiendo contar con los dedos de una mano y, dependiendo de la zona de EEUU, se les ofrecen más o menos oportunidades. Para acceder a la carísima educación universitaria deben o proceder de familia muy acomodada o, lo más habitual, ser grandes deportistas. El profundo Sur donde Baldwin ambientó algunas de sus novelas no es tan diferente en sus raíces del que existe en estos tiempos de temor y recesión.
            Además Baldwin, que hoy es recordado en muchos sitios por ser el autor de El cuarto de Giovanni (sobre el amor imposible entre un turista estadounidense y un joven italiano), tuvo que enfrentarse a los prejuicios hacia las mujeres y los gays o bisexuales en un sector de la comunidad negra organizada. Es paradójico que tanto en el movimiento LGTB como, sobre todo, en el movimiento negro (de gran fuerza casi en la misma época) las personas afroamericanas no heterosexuales tuvieran que sufrir formas refinadas de sexismo o racismo, igual que las lesbianas anglosajonas en un sector del movimiento feminista más escuchado.
            Hay poco y, en general, mal traducido de este escritor que escribía con las tripas, dejándose la piel en sus personajes que, traspasando la autobiografía, se situaban entre la gran literatura estadounidense con dimensiones de fresco social, épica y denuncia social. Pero el retrato humanista está presente en todas sus creaciones, dramatúrgicas, novelísticas o ensayísticas. Un autor que paso de ser un novelista hábil a un hombre de letras comprometido con su tiempo, que dejó su pueblo para irse a la ciudad, como tantos otros, a buscar una oportunidad, donde encontró círculos literarios y hermanos de raza pero también formas mas sofisticadas de racismo y homofobia vigentes en la década donde sitúa sus obras más importantes.
            Algunos de sus trabajos como la pieza dramática Blues para Mister Charlie o Blues de la calle Beale han sido llevadas al cine. Aunque sus obras narrativas mas respetadas siguen siendo Ven y dilo en la montaña u Otro país, donde muestra el desamparo de los negros de los barrios bajos sometidos a la presión policial, la desconfianza y el estigma social. A lo que se une la descripción de una lucha todavía ardua por ser aceptados como gays o lesbianas (y ahí tenemos el testimonio de Audre Lorde) dentro de los movimientos de clase o raza. La amenaza de ser recluidos en guetos más pobres, la más temible de la cárcel o el linchamiento siguen en la memoria herida pero llena de vitalidad de las historias de uno de los novelistas, sino mejores, mas sinceros e intensos del siglo XX.
            Su paso de la identidad individual (en una sociedad individualista) a la “toma de conciencia colectiva” aparece documentada no solo en sus libros, sino también en diversas entrevistas, intervenciones políticas y denuncias, tímidas pero certeras, del machismo y la homofobia en todas las clases, razas o religiones. No es cuestión de sumar opresiones sino de cuestionar la normalidad y su artificiosidad y el concepto mismo de “minoría” a través del tiempo.
            La vida y obra de James Baldwin muestra la evolución, son los tiempos en que Rosa Parks se sienta en un autobús desafiando una prohibición racista, mueren asesinados por la derecha de EEUU tanto Marthin Luther King como Malcom X. También aparece unido al jazz y a otros autores que por primera vez mencionaron la homosexualidad en la Norteamérica conservadora de los años cincuenta como  Patricia Highsmith, Tennessee Williams, Nela Larsen, Truman Capote, Carson McCullers, James Purdy o Howard Fast, este último incluido en la lista negra del senador Mccarthy y autor, entre otras novelas , de “Espartaco” y El compromiso.  También encontramos en Baldwin la herencia del poeta gay Lagston Hughes o de afroamericanos de renombre más cercanos en el tiempo como Richard Wright (Native Son) o Ralph Ellison (El hombre invisible, reeditada en castellano recientemente). Aunque nadie en la academia de aquí o de allá negaría el hecho de la discriminación o la articulación de subculturas raciales para comprender la narrativa de Baldwin, todavía hay quien piensa que su vivencia de la homosexualidad en la sociedad macarthysta es un hecho irrelevante o sobre el que se puede pasar rápidamente.
            Muchos libros de James Baldwin fueron traducidos al castellano hace mucho tiempo y sigue siendo un famoso desconocido, como ocurre con la dramaturga Lillian Hellman o la novelista Shirley Jackson. Pero la fuerza de obras sobre la violencia racial como Blues para Mister Charlie o la riqueza de matices, de clase y género, depositadas en Otro país hacen de él un autor, todavía, a reivindicar. Baldwin políticamente estuvo mas cerca de Luther King que de Malcom X, aunque las memorias de este último siguen siendo un documento impagable sobre una lucha entendida de forma autobiografía personal, como en el caso de Angela Davis o Audre Lorde. Al mismo tiempo, Audre Lorde (madre, negra y lesbiana) contó la experiencia de las afroamericanas sin recursos en un libro menos belicoso que los del reverendo y médico en la fascinante Zami, recién editada (por fin) en castellano.
            Baldwin es heredero del renacimiento del Harlem, muchas de sus historias pueden leerse con música de jazz que antes de su estandarización perteneció a los negros y a otras minorías que expresaban así su lamento, pero también su enorme sentido de la belleza, huyendo del victimismo a favor de la poesía. Así Louis Astromg, John Coltrane, Charlie Parker o, sobre todo, Nina Simone, cantaron al amor y la lucha, pero también a la experiencia de la negritud en la Norteamérica sureña. Baldwin desmontó esos mecanismos mentales por los que el oprimido adora al opresor.  En sus novelas no faltan los diálogos, un estilo dinámico, otro algo mas desfasado, que no obstante, no logran rebajar el interés humano y la calidad literaria de toda su obra. Un mundo de humo, baterías, subsuelos, compañerismo, miedo, persecución y homoerotismo que  fue recreado de forma barroca y estetizante por el cineasta queer Isaac Julien en Looking for Lagston, agarrándose a la belleza del color diferente de las pieles de los personajes.
            Rompiendo esquemas  y quitando velos Baldwin ocupa un puesto de importancia en transición entre la literatura afroamericana y en la literatura gay o que aborda, con cada vez con menos prejuicios, la diversidad sexual y amorosa. Nacido en Harlem, su obra es mas intimista que la de los famosos 'beatniks' pero también más profunda. Como ellos amo el jazz, la autodeterminación y el empoderamiento de la gente señalada por su raza, orientación sexual o procedencia social y geográfica. Todo esto lo deja claro en sus frases sobre el amor. “El amor no es un punto de partida o llegada es un verdadero campo de batalla y conquistas”.
          Por estos lares, si bien ha florecido cierta literatura LGTB, la literatura racial ha sido menos fructífera. Así, en los márgenes de lo poscolonial en mas fácil encontrar autores marroquíes en Francia o pakistaníes en Inglaterra que ver publicadas las obras de los y las gitanos, las gentes que emigran o que vuelven. Tal vez solo Latinoamérica haya brillado como una herida luminosa y productiva en el campo de las letras en castellano. La raza, el género, la orientación sexual, la clase social, la diversidad funcional etc., son elementos que unen pero también separan en el miedo. No debemos verlos únicamente como vectores de opresión o victimización, sino también como chispas de creatividad o espacios de posibilidad por explorar aún en los tiempos más oscuros para un país que, como el nuestro, no teme al ridículo.

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