Itziar Ziga: "Discutir compulsivamente en las redes con idiotas que nos llaman feminazis no me parece verdadero activismo"
Eduardo Nabal
La
escritora y periodista Itziar Ziga es colaboradora en diversos medios de
comunicación y una incansable luchadora. Se trata uno de los nombres más
importantes en los feminismos jóvenes y los transfeminimos, que nadan todavía contra
corriente en el Estado Español. Ha publicado tres libros de gran repercusión
dentro y fuera del movimiento, o movimientos, como Devenir Perra, Un zulo propio
y Sexual Herria. Su último libro es Malditas. Una estirpe transfeminista,
editado por Txalaparta. También colabora en Pikara,
entre otras publicaciones periódicas de actualidad y reflexión crítica.
EDUARDO NABAL.- Hay libros que
son como bocanadas de aire fresco, pero aún siguen causando encendidos debates.
Uno de ellos es Devenir perra. ¿Necesitamos airear el panorama en medio de
tanto ensayo seudoacadémico, en ocasiones, repetitivo o alejado de la sociedad?
ITZIAR ZIGA.- Suelen decirme que
mis libros se leen muy rápido y que casi se puede escuchar mi voz al hacerlo.
Soy muy directa, incluso concisa. En la facultad de periodismo trataron de
inculcarme el credo de la objetividad, o lo que es lo mismo, las técnicas para
dar la versión del poder como si fuera imparcial. Me juré que siempre
escribiría dejando claro desde dónde y para quién.
E.N.- La autobiografía como
provocación. Un género con mucha historia. En Malditas. Una estirpe transfeminista nos hablas de una serie de
mujeres que empiezan a ser reconocidas, pero que han estado proscritas, no solo
de la historia heteropatriarcal, sino también
de ese “feminismo que llegó al poder”, de un origen social distinto y
donde incluyes nuevas realidades personales o incluso corporales ¿Qué tienen en
común todas ellas y que es lo que las diferencia?
I.Z.- Hablo
de ocho malditas, de diferentes épocas pero con mucho en común. Seis han pasado por los calabozos y una fue
esclava. Todas ellas mujeres de acción. Sin que importe si fueron identificadas
como hembras en el paritorio -para algo afirmó Simone de Beauvoir en 1949 que “no
se nace mujer, se llega a serlo…-” es decir, designadas para funcionar como socialmente
debe funcionar una mujer. En el caso de las malditas feministas, son disfuncionales,
aunque no sólo en el engranaje de género. Las guerreras de mi libro dislocaron
todas las máquinas: la heteropatriarcal, la colonial, la capitalista,...
E.N.- Algunas de estas mujeres se
jugaron, a mi entender, demasiado, aunque lo hicieron cómo y por lo que
creían. Es curioso que feministas de
anteriores generaciones tengan cierta resistencia a oír las voces jóvenes,
cuando a ellas les ha ocurrido y les sigue ocurriendo lo mismo en determinados
foros.
I.Z.- Cierto descoloque intergeneracional es
inevitable, hasta yo me descoloco conmigo misma, pero he ido comprendiendo que
las que persisten en rechazar el ansiado relevo defienden su pequeño trono. Y
el feminismo es por encima de todo destronante, como todo movimiento radical.
E.N.- ¿Crees que para mantener un discurso
lúcido o servir realmente a una lucha o a un grupo hay que superar heridas, o
estas forman parte de la trayectoria personal e intelectual de una persona más o menos concienciada y/o activista?
I.Z.- Superar el daño infringido por unas oligarquías
que siguen dominando no solo es imposible, sino también paralizante y
descabellado. El problema es que la mayor parte de violencias que sufrimos en
nuestras vidas, la policial, la machista, la capitalista, son estructurales y
no cesan de reproducirse. Hay que seguir teniendo muy claro quién es el enemigo.
E.N.- Muchas de las mujeres de las que hablas en tú
último libro pertenecen al mundo
anglosajón, aunque no todas ellas. ¿Crees que el activismo transfeminista por
estos lares (tú hablas del caso de Laura
Bulgaho) es algo nuevo o solo empieza a
ser visible dentro de otras luchas sociales, teniendo ya una larga trayectoria?
I.Z.- La selección de malditas fue automática, ellas
son como mis amigas invisibles desde hace años. Me las fui encontrando en los
libros y en las narraciones de otras y sus hazañas me enaltecieron para
siempre. No he tratado de abarcar diversidad ni totalidad alguna con ellas. Aunque
bastarda, soy hija del feminismo occidental y blanco. Claro que no es
casualidad que todas ellas nacieran en Europa o en Estados Unidos, cuando
guerreras imprescindibles hubo, hay y habrá en cualquier rincón del mundo. Yo
he hecho una lectura transfeminista de sus vidas porque todas ellas han
combatido radical y desbocadamente todas las opresiones, no sólo la de género.
¿Qué decir de Laura Bugalho? Esa sindicalista galega transexual que ha
denunciado diecinueve mafias institucionales. Afortunadamente se ha librado de
la cárcel aunque, como dicen y repetimos sin cesar, “Muchas Lauras necesita
este país”. Y ahora más que nunca.
E.N.- La gente más joven suele confiar mucho en
Internet como herramienta sociopolítica, así hablando en general. ¿Crees que
eso del ciberfeminismo tiene algo de discurso acomodaticio o, al contario, responde
a realidades nuevas?
I.Z.- Las redes sociales son interesantes para conectarnos
entre nosotras, pero discutir compulsivamente
con idiotas que, a la ligera, nos llaman femi-nazis, para mí no es verdadero activismo.
No tengo facebook, soy demasiado bocazas y la adolescencia ya pasó,
afortunadamente. Pero, sobre todo, detestaría tener una voz sobredimensionada
en un movimiento que debe seguir siendo horizontal y descabezado y en mis
libros ya opino suficiente. Creo por encima de todas las cosas en el feminismo
comunitario. Por otro lado, me asusta que la red confunda cada vez más la
información, a veces cuesta horrores dar con el dato verdadero de hechos
constatables. Y eso es muy bueno para que acabemos dudando de todo y decidamos
no actuar. Sigue habiendo cosas que sólo están en las calles, afortunadamente.
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