sábado, 2 de septiembre de 2017

CLASICOS CINE QUEER: TARDE DE PERROS de Sidney Lumet


 
 
 
 

 “TARDE DE PERROS”: REALIDAD,  MITO Y CINE


 

Por Juan Argelina y Eduardo Nabal

 

 

“Podéis llamarme El perro. Ese es mi apodo”. Así se presentaba siempre John S. Wojtowicz, el hombre que el 22 de agosto de 1972 entró armado en una sucursal del Chase Manhattan Bank en Brooklyn con dos cómplices. El atraco fue un fracaso. La policía rodeó inmediatamente la oficina bancaria y la zona se llenó de curiosos y de medios de comunicación. Fue entonces cuando Wojtowicz hizo una sorprendente revelación: Necesitaba el dinero para que su pareja, Ernest Aron, se sometiera a una operación de cambio de sexo. Tres años después se estrenaba Tarde de perros, la película dirigida por Sidney Lumet y protagonizada por Al Pacino, que contaba aquellos acontecimientos. “Nadie había hecho nunca nada parecido. Nadie había atracado un banco para que se la cortaran a alguien y le cambiaran el sexo. Por eso hicieron la película”, explicaba el propio Wojtowicz. Allison Berg y Frank Keraudren se interesaron por este personaje después de verla. Localizaron a Wojtowicz en 2002, cuando ya había cumplido la pena de cárcel por el atraco, y decidieron rodar un documental sobre su historia. En aquellos años, sus amigos y conocidos le llamaban, The Dog, el perro, en homenaje al título original del film que había recreado su intento de robo, Dog Day Afternoon.

 

A lo largo del documental, gracias a testimonios de amigos y familiares como su primera esposa Carmen Bifulco, de su madre y de la que fue su pareja, Ernest Aron, vamos descubriendo la compleja personalidad de este hombre que fue compromisario del Partido Republicano, soldado en Vietnam y, más tarde, activista en defensa de los derechos de gays y lesbianas. En un momento de la película él mismo se define como un adicto al sexo. “No fumo ni bebo. Tampoco tomo drogas ni soy un jugador. Soy un ángel. Me considero un romántico. Cuando conocí a Ernie fue un flechazo. Y por eso, como la quería tanto, hice lo que hice aquel 22 de agosto de 1972”. También recordaba los entresijos y preparativos del robo. “Antes de ir al banco, fuimos a la calle 42 a ver "El Padrino". La acababan de estrenar y dije a los chicos: ‘Vamos, nos inspiraremos’, como cuando un entrenador jalea al equipo para salir a ganar”. “Es imposible intentar explicar a John. Hace poco nos preguntaban en una entrevista que destacaríamos de él y lo primero que nos venía a la mente era su amor / obsesión por la comida. Durante el secuestro y cuando estaban en el aeropuerto JFK el tipo se escabulló un momento a comprar hamburguesas”, dice Berg. “Yo recuerdo sus ganas de tener sexo con cualquiera, con todo el que conociera, y —sobre todo— la inmensa experiencia humana que suponía estar con él, y la capacidad para ser intenso 24 horas al día. Hablar con él era meterse en una montaña rusa emocional de la que era difícil salir, pero esa misma experiencia es la que le hacía único”, recuerda Keraudren.

 

Mientras se rodaba The Dog, John Wojtowicz enfermó de cáncer y finalmente falleció en 2006. Es la amarga crónica de un personaje inclasificable, a veces tierno, otras divertido y en ocasiones patético, que saltó a la fama por un frustrado atraco y que se convirtió en carne fresca para la prensa más sensacionalista. Es la historia de The Dog, el hombre que inspiró el personaje de Al Pacino en “Tarde de perros” (Dog day afternoon, 1975).

 

 

En  su película “Dog Day Afternoon” Lumet no solo consigue que nos identifiquemos con los atracadores (algo no tan nuevo en el cine negro) sino que el espectador desarrolle un odio visceral a la policía, al FBI y, a ratos,  hacia los propios rehenes, que se comportan, en ocasiones, de forma mucho más vulgar , equívoca y trapacera que el protagonista, aquí llamado  Sonny (Al Pacino en el papel de su vida y con el mismo apodo con el que lo llamaban en su barrio de joven). Lumet sorprendió con una película vigorosa, mordaz y dinámica sobre el episodio de un atraco perpetrado por un “no profesional” a la sucursal de un banco cuyo fin era, entre otros, pagar la operación de cambio de sexo de su amante masculino y salir de otros apuros económicos. Separado de su esposa, salido de varios trabajos precarios, la historia de “Sonny,” lo  convirtió en uno de los anti-héroes más populares del cine los setenta y aún “Tarde de perros” sigue siendo, sino la mejor, gracias al dinamismo (casi coreografiado) de su puesta en escena, a la vitalidad que respiran sus imágenes y la trágica humanidad que desprenden sus protagonistas, tal vez,   la película de Lumet por la que mejor han pasado los años. Resulta curioso que hoy día las listas de las mejores películas de los 70 las encabece “El padrino” (el filme que inspiró a los atracadores para su “golpe” improvisado)  tan familiar, al fin y al cabo, y en cambio una película tan iconoclasta como “Tarde de perros” siga circulando como un gato perdido por la mitología de aquellos años que si bien esta última ha pasado con creces la prueba del tiempo. No obstante, “Dog day afternoon”  no ha sido objeto, o no en la misma medida que otros títulos de aquellos años, del merecido reconocimiento, a pesar del Oscar a su guionista Frank Pierson y que convirtió a Pacino ya  en una estrella. “Tarde de perros” hoy puede ser vista como un filme romántico casi como una locura épica, a principios del gay-lib en EEUU, tal vez filmada por un director de policiacos poco o nada rompedor, pero que en esta ocasión arriesgo bastante y le salió bien la jugada. La “queeridad” debemos buscarla o la encontramos en la historia en sí misma, un atraco a una sucursal bancaria sin un plan previo para un “rebelde con causa” (pagar la operación de cambio de sexo de su amante masculino, a pesar de estar casado hace años con una mujer). Hoy día hay detalles increíblemente modernos como los ya citados y también el hecho reseñable de que aquel al que finalmente asesina la policía sea el cómplice árabe, la importancia de los mass-media en la construcción del éxito o de la dimensión mediática del atraco y en una suerte de performance anticapitalista nada desdeñable, que hoy se queda, eso sí, harto ingenua. Otros aspectos quedan desfasados por el avance de las tecnologías de la comunicación y la sofisticación en las formas de conseguir dinero que desde luego ya no son, en ninguno de los casos, parecidas a que muestra la película.

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