sábado, 9 de septiembre de 2017

KATE MILLET Y EL LEGADO DEL FEMINISMO PRO-SEXO


  

Una aproximación al pensamiento de una pionera de la tercera ola del feminismo autora del imprescindible "Sexual Politics" cuya vida y su obra hicieron mella en la historia del movimiento.

Por Eduardo Nabal

Aunque aún hoy haya un sector del feminismo institucional o subalterno que haya querido presentar el pensamiento de la autora de la autora de “Sexual Politics” como un feminismo que se acomoda a sus presupuestos sin renovar, lo cierto es que, ya en 1970, Millet utilizó una serie de autores o literatos varones para deconstruir el pensamiento masculino sobre la sexualidad femenina desde una perspectiva abiertamente pro-sexo y post-Stonewall. Ella y otras autoras se pronunciaron en favor de las lesbianas en un momento de la historia del movimiento anglosajón en el que llegaron a ser definidas como la amenaza “lavanda” por el sector más conservador y asimilacionista del feminismo burgués y revisaron los conceptos marxistas y de los teóricos de la raza sobre el cuerpo femenino y el lugar de la mujer en la sociedad del momento. Como integrante por derecho propio del feminismo de la segunda ola no temió a los debates (aunque tuviera posiciones, en ocasiones contradictorias) sobre la pornografía, la prostitución e incluso la “edad de consentimiento”. Millet en “Sexual Politics” reivindica el carácter revolucionario del pensamiento que atisba tras la literatura de Jean Genet frente a la subversión fálica o el heroísmo viril de los héroes o anti-héroes de autores como Henry Miller o Norman Mailer, iconos de la contracultura occidental en versión heterocentrada. Para Millet el desafío homosexual es un camino por explorar, algo que sucederá en décadas posteriores. Nos habla del desafío postcolonial de “Los biombos”, una pieza de Genet y también afianza el lema de “lo personal es político” al llevar a primer término debates muchas veces evitados por el feminismo blanco y burgués aliándose, sabiéndolo o no, con el emergente feminismo negro y pro-sexo que conduciría a las mimbres de la queer theory de los ochenta y noventa.
En cierto sentido “Sexual Politics” fue la “Epistemología del armario” del feminismo pro-sexo y pro-derechos sexuales y reproductivos de los años setenta, liberando a muchas mujeres de prejuicios y anteojeras heredados de una mística de la feminidad que no se había desagarrado sino solo empezado a cuestionar o amoldado a otras formas de vivir en la esfera pública. Kate Millet no elude los debates sobre la raza y las diferentes orientaciones sexuales porque ya en los años setenta es consciente de que vive en un país que sufre, de manera cotidiana, los efectos sangrantes del racismo y la homofobia o lesbofobia, incluso, en menor medida, dentro del propio movimiento feminista. Analiza el pensamiento sobre la familia de los pensadores marxistas pero va más allá al colocar la posición social, económica y personal de la mujer como eje transformador mucho más importante de lo concedido hasta el momento, así como reconoce las diferencias entre las mujeres. Su cuestionamiento del “amor romántico” y su carácter opresivo aún siguen causando encendidos debates en muchos ámbitos. Para muchas de nosotras descubrir que ya en 1970 se planteaban cuestiones que en los noventa volvían al candelero nos dieron mucho que pensar sobre la revolución conservadora de la era Reagan y sobre el daño causado por algunos sectores del feminismo heterosexual, anti-sexo, colonial, blanco, abolicionista, sumiso  y hoy en el poder.
Pero la vida de Millet no fue fácil. A pesar de su carácter de artista polifacética (escritora, pintora, escultora, cineasta…)  paso años de dificultades económicas y ostracismo editorial y  académico, y convertida en granjera sin demasiada suerte,  se enfrentó a diversos problemas mentales. Con el tiempo  tuvo que recuperar con el tiempo  el aliento de una “vieja feminista”, su lugar en la historia y  su posición luchadora incansable  frente a nuevas generaciones no siempre conscientes de lo mucho que le debemos a esta mujer que soñaba compartir una granja con otras mujeres y que hace poco nos ha dejado para siempre.

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