jueves, 28 de diciembre de 2017

120 PULSACIONES POR MINUTOS: DE AMOR Y DE CÓLERA


 



 
 
 
Ganadora del Premio del Jurado en el Pasado Festival de Cannes aún es un misterio cual va a ser verdadera la distribución  en el estado español de la película de Robin Campillo “120 pulsaciones por minuto” una obra maestra del cine moderno, del cine político, del cine LGTB y del cine europeo en general. Una de las películas más valientes rodadas en los últimos años y el testimonio más certero sobre el nacimiento y la lucha de Act-Up, "Aids Coalition to Uleash Power",  un tipo de activismo anti-sida, hoy casi olvidado o relegado a un segundo plano, que se enfrentó a la inacción de los poderes públicos, la avaricia farmacéutica, el poder médico, el conservadurismo y la homofobia de ciertos sectores sociales y dio la voz a una serie de grupos a los que no llegaba la información haciendo de la lucha contra la pandemia una cuestión social y política con la que llenaron las calles. Un filme sobre la memoria, el amor, la pasión y la rabia rodado con extraordinaria solidez dosificando la dureza y la ternura aunque con pocas concesiones a la galería y sin pelos en la lengua. Una película que tocará de distinta manera al público dependiendo de su edad o sus recuerdos personales respecto a lo que en ella se cuenta pero que es difícil, dada su altura cinematográfica, desde la ágil puesta en escena al inmenso trabajo de protagonistas y secundarios, deje indiferente a nadie. Unas imágenes firmemente hilvanadas que no cesan de interpelarnos  desde el drama, el cine sociopolítico, la denuncia, la ironía y la ternura.
 
Una historia que pocas veces se ha contado tan de cerca y desde dentro, incluyendo escenas casi documentales o documentales de manifestaciones, acciones de protesta, sexo seguro, relaciones humanas y funerales políticos. Un filme con alguna tentación por el melodrama y el didactismo, que tal vez abusa del montaje alternado y cierto efectismo pero que logra evitarlos gracias a la sabiduría del realizador y los guionistas (entre los que se incluye Philipe Mangeot) que depositan la confianza en los jóvenes intérpretes y en la fidelidad a lo sucedido, a todas las contradicciones y desgarros que también surgieron dentro del grupo de activistas enfrentados a instituciones impermeables a sus demandas de vida y esperanza. Un filme de combate y de recuerdos, compuesto como una vigorosa sinfonía de verdades y silencios, con una respiración entrecortada, un testimonio sincero y desgarrado que sigue golpeándonos con fuerza y del que, aún hoy, cuando tanto se habla de “normalización” y se trata de domesticar los discursos, sigue golpeándonos con idéntica fuerza. Cine en estado puro y un pedazo de historia de historias  narrado desde las trincheras del amor y la cólera.

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