sábado, 25 de marzo de 2017

JUAN KEIM, INVESTIGADOR

"¿Cómo es posible que la 'doble moral' y la subestimación de lxs trabajadorxs sexuales retumbe hoy en algunas organizaciones de izquierda, feministas y hasta lgtb?

 

 





Por Eduardo Nabal
 

Juan Pablo Cuello es profesor en historia y militante del equipo de técnicos de la Asociación de Mujeres Meretrices (AMMAR) de la ciudad de Córdoba, en Argentina. Hace pocos días, en el marco de la celebración por el Día Internacional de las Trabajadoras Sexuales que se celebra cada 2 de junio, la asociación AMMAR Córdoba lanzó el libro Párate en mi esquina, el primero del país donde trabajadoras sexuales y académicos presentan en conjunto diferentes investigaciones en relación a la realidad del comercio sexual y las luchas por su reconocimiento como actividad laboral.

EDUARDO NABAL.- Hola Juan. Háblanos del libro en el que colaboras. De cómo ha sido posible y de tú intervención en él. Parece que en todas partes del mundo el tema del trabajo sexual sigue siendo objeto de encendidas polémicas, tanto dentro de la izquierda como dentro del movimiento feminista o de los feminismos.  Pero cada lugar  del mundo tendrá sus peculiaridades. Háblanos de Argentina.
JUAN KEIM.-  La idea del libro surgió de las propias mujeres que impulsan la asociación de trabajadoras sexuales AMMAR Córdoba, quienes convocaron a un grupo de activistas feministas, LGTB y académicos para escribir sobre diferentes aspectos de la situacion actual del trabajo sexual en Argentina y Latinoamérica. El dialogo contante y el esfuerzo por potenciar un intercambio entre los saberes de “la esquina” con los teóricos se expresa en todos los trabajos. Sin ir más lejos, mi artículo Marxismo y trabajo sexual surgió de una conversación con una trabajadora sexual que para mi sorpresa me citó a Marx, comparando el trabajo asalariado con la “prostitución”. A partir de ahí y observando que al interior de las diferentes organizaciones de izquierda existe un debate en el que la postura abolicionista o anti-trabajo sexual es hegemónica (como sucede dentro del feminismo), me decidí a investigar en qué contexto argumentativo autores clásicos del marxismo se refieren a esta particular relación social.
E.N.- Tú utilizas ensayos pioneros de Marx y Engels como El origen de la propiedad privada, la familia y el Estado para desmontar algunas ideas vigentes sobre cómo la explotación del cuerpo de las mujeres se fue extendiendo a muchas esferas de la vida laboral. Digamos que tu estrategia tiene algo de relectura de algunos clásicos y revisión de otros.
J.K.- En algunos casos encontramos referencias de tipo metafóricas o analogías que les permiten a los autores explicar otra cosa. Pero también encontramos argumentaciones, como el texto de Engels, que se abocan a dar un marco explicativo sobre el origen de la monogamia, la desigualdad de las mujeres respecto a los hombres y la “prostitución”. Estos autores, con todas sus limitaciones, muchas de las cuales es fácil ver desde nuestra postura privilegiada contemporánea, tenían por objetivo práctico una trasformación revolucionaria del conjunto de la sociedad. Es decir, la abolición de la sociedad de clases, del trabajo asalariado. Es decir que la impugnación que reconozco hacen al comercio sexual no es simplista o aislada de un marco general de explotación/opresión que debe ser superado. En Engels y también en Marx la imbricación entre capitalismo y desigualdad sexual es compleja: no dejan de percibir, por ejemplo, que ya en su época muchas jóvenes proletarias complementaban sus magros ingresos con servicios sexuales pagados o la relativa independencia que tenia la “prostituta” respecto a la mujer-esposa en el sentido tradicional. La hermenéutica histórica que podemos hacer de sus textos, el rescate de referencias a la compra-venta de servicios sexuales que permanecían marginadas, nos ayudan a problematizar la idea de la “venta del cuerpo” (para Marx vendemos fuerza de trabajo, adherida a nuestro cuerpo)  así como otros debates actuales como el del “consentimiento” (en el capitalismo la mayoría somos libres, pero tanto porque podemos movernos dentro del mercado como porque estamos liberados de poseer los medios de producción)
E.N.- No obstante, la izquierda más que en el carácter de explotación se basa en postulados de “dignidad”, no exentos de raíces cristianas, y es ahí donde tanto la prostitución como la homofobia todavía no entran en sus discursos antipatriarcales. ¿Crees que las corrientes que tú analizas fueron claras a este respecto, o intentas rescatar las formas de organización heteropatriarcales y capitalistas como fundamento de las opresiones?
J.K.-  Una lectura con “nuestra propia cabeza” de Marx y de otros materialistas dialecticos nos permite también prevenirnos del moralismo. Este se diferencia de la ética en que se pretende universal y es profundamente policial por decirlo. Marx, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, señala que una de las instituciones más similares al trabajo asalariado es la “prostitución”. Pero su ataque principal en relaciona esta última, no va ir dirigido a las personas que lo ejercen (las cuales en aquella época no tenían voz propia, algo que alcanzan recién a mediados del siglo XX) como hace hoy buena parte del abolicionismo socialista o feminista, sino contra la Doble Moral de esta sociedad capitalista que empobrece y cosifica a las mujeres, luego las condena a la clandestinidad y el oprobio. ¿Cómo es posible que esa “doble moral” y la subestimación de lxs trabajadores sexuales retumbe hoy en algunas organizaciones de izquierda y hasta LGTB?
E.N.- Como bien señalan algunos de estos autores y han reafirmado posteriores autoras feministas, la prostitución tal y como la conocemos hoy, dista de ser “el oficio más antiguo” del mundo. Sino que es, más bien,  fruto de la revolución industrial, el avance de la burguesía y el llamado “pánico moral” en las ciudades. ¿Crees que Marx, Engels o Benjamin profundizaron lo suficiente en el carácter periférico de toda sexualidad no normativa y en como la prostitución ponía en evidencia los discursos tradicionales sobre la sexualidad?
J.K.- Creo que es como han señalado otras feministas marxistas, Gayle Rubin o Hedi Hartman: el “marxismo ha sido ciego al sexo”, pero no de manera completa como podemos ver en las referencias que encontré sobre el comercio sexual y están analizadas en mi artículo. Su interés por entender los mecanismos de la explotación capitalista no han sido igualados con la búsqueda de explicación de las opresiones de género, sexuales, raciales, etc. Entonces se hace fundamental el poder pensar con “nuestra propia cabeza” problemáticas actuales como el movimiento reivindicativo y por el reconocimiento del trabajo sexual, la organización de sectores no hegemónicos de comunidades sexuales y la enorme fuerza de-constructiva de los feminismos.



  

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