martes, 14 de marzo de 2017

LA ESTRATIFICACIÓN SOCIOSEXUAL DE LAS CIUDADES LATINOAMERICANAS

La caída de todos los muros

 

Por Alexis Muiños Woodward



 
En los últimos años se ha ahondado  de forma exponencial en  un fenómeno que ya cobró sus primeros impulsos en la década del 90 en América Latina: los barrios cerrados. Ya forman  parte común de toda la geografía urbana de las grandes ciudades latinoamericanas que, al ritmo del crecimiento económico, han ido estratificándose aún más en diferentes sectores. Sectores  que se separan claramente por la clase social de sus habitantes. 

En mi país, Argentina, se han multiplicado estos barrios llamados ‘countries, barriadas que se suelen caracterizar por estar ubicadas en zonas aledañas a los centros urbanos pero con buena accesibilidad, un complejo sistema de vigilancia privada y un cerco perimetral o muros que establecen una división muy clara entre el adentro y el afuera, entre esa burbuja de la élite privilegiada y la sociedad en general. Una sociedad  de la cual intentan aislarse, generalmente por cuestiones de seguridad, pertenencia y status socioeconómico. 
`
Si bien Argentina tuvo un gobierno pseudo-progresista durante la última década, con un importante avance en materia de derechos humanos, hubo a la par una  elevada concentración de la riqueza y la amplia desigualdad social que hoy atraviesa a toda la sociedad, y así fue como ese tipo de barrios privilegiados se siguieron expandiendo a un ritmo vertiginoso, algo que en términos jurídicos debería haber sido regulado o incluso prohibido, ya que se trata de la privatización de grandes sectores de tierra. Grandes zonas de terrenos en los cuales muchas veces se ven desplazadas personas de bajos recursos para la concreción de estos mega proyectos inmobiliarios que suelen contar con el respaldo del sector político que permite su imparable proliferación.

 Mientras en los alrededores de las ciudades afloran enormes bolsas de pobreza o ‘villas miseria’ -en las que sus habitantes conviven hacinados en pequeñas y precarias viviendas sin los servicios básicos garantizados- a la vez surgen los barrios cerrados que se levantan como ‘fortalezas medievales-postmodernas’  y que poseen una desproporcionada extensión para la escasa cantidad de personas que las habitan.  Y  que, por supuesto, lo hacen en viviendas dotadas de todo el lujo, confort y seguridad  posibles. 

La clase dominante parece buscar la forma de evitar los mismos males que ella misma genera, y en lugar de intentar erradicarlos (algo que atentaría además contra su propio status garantizado por la explotación continuada de los más desfavorecidos), intenta negar los problemas aislándose en estos territorios que emergen como islas fortificadas, en las que buscan vivir ajenos a las supuestas amenazas y la fealdad de esa misma pobreza que es el efecto residual de un capitalismo voraz y vampírico que alimenta a las clases altas a través del desangrado del proletariado y los sectores más vulnerables en el plano socio-económico. 

No es casual que dichos barrios adquieran la denominación de ‘countries’, que en inglés significa ‘países, ya que de algún modo se constituyen como países o ‘islas’ dentro de otro país; como espacios elitistas y exclusivos que se erigen de forma arbitraria y en los que el ingreso está vedado a todo aquél que no cumpla con los requisitos socio-económicos para poder ser parte de ese ámbito de congregación clasista. 

Donald Trump planea construir el ignominioso muro en la frontera con México y cabe preguntarse cuántos muros ya conviven dentro en las grandes ciudades mexicanas, al igual que en las de los otros lugares, muros que dividen en sus propias tierras a ricos de pobres, explotadores de explotados, privilegiados de excluidos… Por lo tanto, es importante luchar no sólo contra los muros que intentan construir los líderes de los países hegemónicos, sino también contra todo aquél muro que pretenda levantarse en el seno de nuestras propias ciudades con el fin de segmentar los territorios de nuestras sociedades ya fragmentadas. Divisiones que parecen  naturalizadas a pesar de la evidente desigualdad que representan y en la que se sustentan. Esas fronteras simbólicas que separan a una clase de otra terminan materializándose a través de estos paredones que aíslan a un sector social de otro y refuerzan el carácter reaccionario y excluyente del capitalismo.

En lo que respecta a la comunidad LGTBIQ latinoamericana, en términos de territorialidad, ésta también está atravesada por profundas diferencias, establecidas según la clase social o la procedencia y la raza. Es común que en estos casos los desplazamientos de las regiones más pobres hacia los grandes centros urbanos se den por una búsqueda no solo de mejores condiciones económicas, sino también de un ambiente más tolerante e inclusivo hacia la diversidad sexual. Pero muchas veces la compleja inserción en el mercado laboral y los altos costos de vida terminan empujando a muchas de estas personas a vivir en condiciones precarias en barriadas donde reinan la miseria y la violencia. Esta situación lleva, por ejemplo, a que muchos emigren a México DF, Buenos Aires o San Pablo para encontrar una vida mejor pero terminen luego viviendo en una marginalidad quizás aún mayor a la que sufrían previamente. Así se genera entonces también una fuerte división hacia dentro de la propia comunidad LGTBIQ, que queda segmentada por rígidas barreras de carácter socio-económico que insertan y priorizan socialmente a unos mientras recluyen e invisibilizan a otros.

La lucha por la eliminación de los muros o fronteras debe ser también la lucha por la erradicación del dominio de una clase por sobre otra y de algunos países por sobre otros, ese es el horizonte de la utopía a la que debemos intentar acercarnos cada vez más, que los muros reales no nos eviten entonces ver la descomunal pared-muro  que se ha levantado y se sigue agrandando para dividir y someter a la humanidad, ese mamotreto gigante que nos impide visibilizar un futuro más prometedor para todos/as y que debe derrumbarse totalmente y de una buena vez por todas: El capitalismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario