Partiendo
de las documentadas y exhaustivas reflexiones, más o menos recientes y venidas
de diferentes partidos o grupos de izquierda en forma de diversos artículos sobre la interseccionalidad de los ejes de
opresión, me gustaría hacer una matización en la que, asumiendo como
ciertas y acertadas estas proposiciones, añadir un punto de duda o
inquietud a sus conclusiones. Lógicamente el colectivo LGTBIQ no conseguirá
unos derechos reales si no logra un avance social y político de base más allá
de leyes que maquillan, al fin y al cabo, la desestructuración social que solo
permite “salvar el pellejo” a un sector privilegiado del colectivo LGTBI, como
ciudadanos “responsables” .
El otro día, en unas jornadas
feministas, la expresidenta de la FEGLT tuvo la osadía de descalificar al
llamado ‘Orgullo Indignado’, con la frase “No ha servido para nada”.
Afortunadamente, una activista trans en activo presente en la mesa la
desmintió, algo que tal vez ella no se esperaba. Porque el Orgullo Indignado ha
impedido, entre otras cosas, el despido de trabajadores de otras etnias, el
empoderamiento dentro de las minorías.
Las fiestas del 28 de Junio en
Madrid resultaron ser las de la concordia, aquellas en las que todos los
políticos (exceptuando obviamente los del Partido Popular) portaban la misma
pancarta “Igualdad real ya”. De pronto esas enormes diferencias políticas y
sociales que impiden el Pacto se diluyen en un acto festivo-reivindicativo en
el que por mal que suene, para unos y otros, “somos el mismo colectivo” o “casi
el mismo”. Poca cosa.
Es decir, yo no niego que la
justicia redistributiva deba acompañar a la lucha LGTB, al contrario, pienso
que unas leyes contra la homofobia o por el matrimonio no disminuirían ni la
violencia ni la desigualdad dentro de nuestro colectivo en sentido general,
pero sí dudo que las personas que ostentan hoy por hoy nuestra representación
política en los foros institucionales, o no, lo tengan todo tan claro.
Porque el feminismo y el
antirracismo tienen mucho mas tiempo de rodaje y han calado mucho más
profundamente en las conciencias izquierdistas por la transformación social que
la lucha LGTBI. Y sigue siendo así. De ahí mi pequeña pero inquieta
discrepancia con estos postulados. Si para la “amiga lesbiana” del representante
de la mayor fuerza política a la izquierda del PSOE (lo que es cada vez más
fácil) el Orgullo Indignado y lo queer no sirven para nada, el futuro del
colectivo LGTB está en un fiestón-carrozón en que las grandes decisiones, en
forma de leyes, deben quedar siempre en manos de los que negocian estos pactos
y encabezan las macromanifiestaciones.
Vivimos un momento de muchas
paradojas, algunas interesantes, otras dolorosas. El aumento de la violencia
requiere una amplia solidaridad pero ¿vemos todavía en los espacios de
izquierda una clara conciencia hacia lo LGTB o más bien la anhelamos, la
deseamos? Nos indignan, y cada vez con más razón, las políticas gays de
derechas y los acomodaticios, pero, ¿han acabado ya las políticas homofóbicas
de izquierdas, o se masca una silenciosa neutralidad?
Cuando Foucault y otros teóricos/as
y activistas posteriores plantean un “No al futuro”, a la política con
mayúsculas, no solo dicen que han sentido mayor seguridad en los grupos y
movimientos sociales que en los grandes partidos (algo que les ha pasado
también y de otra forma a las feministas), sino que la ausencia de apoyos por
parte de un sector de la izquierda y la política de mínimos de la izquierda al
uso les han llevado a caminos donde la desconfianza puede ser hasta un interesante
valor político.
Artículo relacionado:
No hay comentarios:
Publicar un comentario