viernes, 5 de agosto de 2016

LA IZQUIERDA, LO QUEER Y EL 'GAYPITALISMO'

¿Aunque sea a ciegas?

Por Eduardo Nabal

 

 

Partiendo de las documentadas y exhaustivas reflexiones, más o menos recientes y venidas de diferentes partidos o grupos de izquierda en forma de diversos artículos  sobre la interseccionalidad de los ejes de opresión, me gustaría hacer una matización en la que, asumiendo como ciertas  y acertadas estas  proposiciones, añadir un punto de duda o inquietud a sus conclusiones. Lógicamente el colectivo LGTBIQ no conseguirá unos derechos reales si no logra un avance social y político de base más allá de leyes que maquillan, al fin y al cabo, la desestructuración social que solo permite “salvar el pellejo” a un sector privilegiado del colectivo LGTBI, como ciudadanos “responsables” .
            El otro día, en unas jornadas feministas, la expresidenta de la FEGLT tuvo la osadía de descalificar al llamado ‘Orgullo Indignado’, con la frase “No ha servido para nada”. Afortunadamente, una activista trans en activo presente en la mesa la desmintió, algo que tal vez ella no se esperaba. Porque el Orgullo Indignado ha impedido, entre otras cosas, el despido de trabajadores de otras etnias, el empoderamiento dentro de las minorías. 
            Las fiestas del 28 de Junio en Madrid resultaron ser las de la concordia, aquellas en las que todos los políticos (exceptuando obviamente los del Partido Popular) portaban la misma pancarta “Igualdad real ya”. De pronto esas enormes diferencias políticas y sociales que impiden el Pacto se diluyen en un acto festivo-reivindicativo en el que por mal que suene, para unos y otros, “somos el mismo colectivo” o “casi el mismo”. Poca cosa.  
            Es decir, yo no niego que la justicia redistributiva deba acompañar a la lucha LGTB, al contrario, pienso que unas leyes contra la homofobia o por el matrimonio no disminuirían ni la violencia ni la desigualdad dentro de nuestro colectivo en sentido general, pero sí dudo que las personas que ostentan hoy por hoy nuestra representación política en los foros institucionales, o no, lo tengan todo tan claro.
            Porque el feminismo y el antirracismo tienen mucho mas tiempo de rodaje y han calado mucho más profundamente en las conciencias izquierdistas por la transformación social que la lucha LGTBI. Y sigue siendo así. De ahí mi pequeña pero inquieta discrepancia con estos postulados. Si para la “amiga lesbiana” del representante de la mayor fuerza política a la izquierda del PSOE (lo que es cada vez más fácil) el Orgullo Indignado y lo queer no sirven para nada, el futuro del colectivo LGTB está en un fiestón-carrozón en que las grandes decisiones, en forma de leyes, deben quedar siempre en manos de los que negocian estos pactos y encabezan las macromanifiestaciones.
            Vivimos un momento de muchas paradojas, algunas interesantes, otras dolorosas. El aumento de la violencia requiere una amplia solidaridad pero ¿vemos todavía en los espacios de izquierda una clara conciencia hacia lo LGTB o más bien la anhelamos, la deseamos? Nos indignan, y cada vez con más razón, las políticas gays de derechas y los acomodaticios, pero, ¿han acabado ya las políticas homofóbicas de izquierdas, o se masca una silenciosa neutralidad?  
            Cuando Foucault y otros teóricos/as y activistas posteriores plantean un “No al futuro”, a la política con mayúsculas, no solo dicen que han sentido mayor seguridad en los grupos y movimientos sociales que en los grandes partidos (algo que les ha pasado también y de otra forma a las feministas), sino que la ausencia de apoyos por parte de un sector de la izquierda y la política de mínimos de la izquierda al uso les han llevado a caminos donde la desconfianza puede ser hasta un interesante valor político.
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¡Atentado al buen gusto en el Orgullo 2016! 

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