Los exilios imposibles de Colm Toibin
Por Eduardo Nabal
La trayectoria humana y literaria de Colm Toibin,
uno de los escritores procedentes de Irlanda más conocidos de la generación
actual, es a la vez arquetípica e insólita en el panorama de las letras
irlandesas del siglo XX.
Toibin parece, con sus últimos libros, dos novelas
y un ensayo, haber iniciado una suerte de fuga hacia delante, dejando atrás lo
que él llama “La Irlanda Católica”, un exilio que tiene más de una cara y que a
la vez que se cumple denota su imposibilidad de producirse del todo.
Tanto El faro de Blackwater como, sobre todo, las intensas Nora
Webster o Crónica de la noche y sus ensayos El amor en tiempos oscuros o Formas
de matar a tu madre nos revelan una nueva dimensión de un escritor que con
anterioridad se ha sumergido en las arterias mismas de su país, recorriéndolo
desde varios puntos de vista, marcados por la frontera, el nacionalismo y
también el colonialismo de la era Tatcher y sus secuelas.
Toibin aparece marcado por la religión,
en concreto por el ambiente católico que respiró (o respira con dificultad) en la
Irlanda de su nacimiento, y da testimonio de ello en varias de las obras que le
dieron a conocer. Su ensayo El signo de
la cruz, es una de ellas, su novela abstracta El testamento de María- convertida en obra de teatro de éxito en
nuestros escenarios- otra de ellas. Viaje o mejor dicho, largo peregrinaje a
través del catolicismo europeo y los demonios interiores.
En El
faro de Blackwater el autor nos habla del exilio interior a través de la
historia intimista de un enfermo de SIDA y la relación cambiante con su familia
y su entorno. Una historia de amor y solidaridad entre seres cercanos donde el
escenario irlandés puede parecer desdibujado pero marca de un modo definitivo la
trayectoria vital de sus personajes. El título mismo nos dice que la novela, a
pesar del carácter universal de su tema y del desarrollo de su trama, no está
situada en cualquier lugar. Blackwater es uno de los ríos más importantes de
Irlanda, el segundo de mayor extensión, y el faro está situado como en las
novelas de Woolf entre lo real y lo simbólico. El exilio no es sólo la
enfermedad, el reencuentro desde un estado de excepción con los familiares y
los lazos que les unen, visto desde el punto de vista de Helen, la hermana del
protagonista, sino que es también el exilio interior de la homosexualidad del
propio Toibin, marcado por el ostracismo social de su país hacia otras formas
de amar hasta hace bien poco. Este ostracismo, lo que él llama “tiempos oscuros”,
ha marcado su trayectoria vital como nos cuenta en su ensayo El amor en tiempos oscuros, cuyo último
capítulo se titula de un modo significativo “Adiós a la Irlanda Católica”. Ese
adiós al provincianismo mental que encontramos en otras narraciones legendarias
como el largometraje La hija de Ryan,
de David Lean, o algunas novelas de Wilde, Joyce, Kate o, posteriormente, Edna
O´Brien.
La novela es una novela de reencuentro,
amor, amistad y ajuste de cuentas con un pasado oscurantista. El mismo pasado
que el propio autor ha sufrido antes de decidirse a escribir sobre su
sexualidad, su miedo al oprobio social (que sufrieron escritoras como Edna O
´Brian o Elizabeth Bishop) y las diferentes formas que a lo largo de la
historia se han articulado para silenciar el amor entre hombres y la pasión
entre mujeres en el mundo rural o semirural, marcado por el puritanismo,
envidias y una pobreza de larga historia.
En su ensayo nos hablara de escritores y artistas de diferentes épocas y
nacionalidades aunque desde las primeras páginas encontramos la sombra de una
Irlanda opresiva, cerrada a la diferencia y anclada en una mentalidad
conservadora de raíz religiosa.
En El
faro de Blackwater hay varias referencias a la realidad social y política
de su país, aunque no aparezcan como desencadenantes de un conflicto que se
vive mirando hacia nuevos temas y fronteras. Sin embargo, las referencias al
desarraigo de los personajes con respecto a su nacionalidad y su identidad no
son, en absoluto, baladíes. Helen ha estudiado irlandés en la escuela, como
otras mujeres de su edad, pero no es capaz de hablarlo ni entenderlo. Su
soledad se acentúa cuando su marido invita a sus amigos y hablan en la lengua
del país. La lengua irlandesa se convierte en una suerte de lengua materna vista
del revés ya que las propias relaciones entre las varias generaciones de
mujeres de la familia están presididas por la incomunicación. Así esa lengua
materna sirve para separar más que para unir a los personajes.
Otro episodio de irónica crueldad con
respecto a la mentalidad de su país es el diálogo entre los amigos de Declan y
Helen sobre el momento de la revelación de la homosexualidad a la familia de
éstos:
Yo había
preparado lo que iba a decir, pero cuando vi a mi madre, no me sirvió nada. Tan
sólo acerté a decirles “No debéis mirar las noticias de las seis” [...].
- Se fue a la cocina, pero yo seguía sin poder decir
una palabra, y de repente mi madre me miró y me dijo: “¿Te acabas de afiliar al
IRA?”. Yo no podía creerlo. ¿Me podéis imaginar a mí en el IRA? No creo que
haya nadie en Tullamore que haya pertenecido jamás al IRA. Son todos unos
cabrones. Y entonces le conté la verdad.
- Y ¿qué dijo ella?
- Dijo que yo sería siempre su hijo hiciera lo que
hiciera, pero que tenía que volver inmediatamente a Dublín y ella sería la que
se lo diría a mi padre.
- Me aseguró que me llamaría más tarde. No podía
ocultar la impaciencia que tenía por verme salir de casa. Estaba muy pálida y
con aspecto preocupado. Yo creo que había preferido que yo fuera miembro del
IRA.
- ¡Vamos, vamos, no digas tonterías!- dijo Helen-.
Eso no es verdad.
-
Tienes
razón, no es justo decir eso del IRA- siguió Larry.- Creo que simplemente mi
confesión la afectó desagradablemente y la sorprendió. En mi familia, ninguno
de mis hermanos y hermanas (ni siquiera lo que están casados) les han dicho a
mis padres que son heterosexuales. No hablamos de asuntos sexuales. Fue muy
agradable después y lo sigue siendo, pero mi padre se dirige a mi con gruñidos
lo mismo que lo hacía antes. Al menos si yo estuviera en el IRA, tendríamos
algo de que hablar. Sería más normal.
El párrafo es a la vez irónico y realista.
Concentra la opinión que para Toibin tiene su país sobre la homosexualidad. Es
un asunto que debe permanecer en silencio. La trasgresión “política” parece
así, incluso, más asumible y más cercana al núcleo familiar que la disidencia
sexual. Toibin une de un modo sin duda intencionado el nacionalismo extremo con
una moralidad heroica hipócrita y lo hace, al mismo tiempo, subrayando el papel
de la mujer-madre como portadora de los ‘secretos
de familia’. Así el secreto de pertenecer al IRA es una confesión
incómoda pero que contiene algo de heroísmo, que, en cierto sentido, refuerza
la masculinidad y favorece el diálogo o las discusiones familiares, algo de lo
que, en definitiva, a pesar de sus riesgos y aspectos negativos, se puede
sentir un íntimo orgullo. En cambio la confesión de la homosexualidad se ve
como un secreto sucio, incómodo, del que es mejor no hablar, un secreto que
sólo origina silencio.
Toda la novela está saturada de referencias a la
religión. Aunque la familia no parece especialmente devota, ni siquiera las
generaciones mayores, la presencia de lo religioso se da por supuesta, como
algo inevitable, que debe acompañarles. Los rezos, el pasado en los colegios de
monjas o en seminarios masculinos, el tipo de funeral que va a celebrarse...
incluso el grupo gay al que pertenecen los hermanos de Declan (‘Gays católicos’)
está impregnado de religión, de una religión latifundista y políticamente
poderosa.
La religión y la familia son temas universales (que
reaparecen en la irónica y oscura Nora Webster sobre el periplo de una
viuda sin suerte en la Irlanda profunda) pero que adquieren una especial
significación tanto cuando se aborda la homosexualidad como cuando se hace
referencia a la cultura, el pasado y la historia de Irlanda. Aquí las mujeres
cobran una especial relevancia como transmisoras de valores y actitudes en un
seno familiar donde Hugh, el marido, el único hombre heterosexual de la novela,
aparece ausente y desdibujado. No sólo porque Helen sea el punto de vista
principal de la narración sino porque las tres mujeres representan distintos
momentos en la historia de Irlanda. La visión de Irlanda como matriarcado es
complementaria a las múltiples representaciones que a lo largo de la historia
de la cultura se han hecho de Irlanda como ‘mujer’.
En sus últimos libros se revela como un narrador
maduro y atravesado por diferentes influencias de la literatura anglosajona y
las historias irlandesas sobre la hambruna y el exilio. También demuestra
conocer bien a otros autores como Henry James, al que dedica su impresionante The master (sobre el ‘verdadero’
novelista o su doble), posiblemente la obra mas compleja de Tóibín y aquella en
la que saca con brillantez del armario al autor de Otra vuelta de tuerca. James como Toibin, que hizo una espectacular
salida del armario en Barcelona comparando su revelación de la homosexualidad
con la transición española -ante un público atónito y hostil-, se vio marcado
por unos fantasmas que de muy diferente forma remitían a la vivencia de la
diferencia erótica en contextos represivos. Después llegó la novela realista Brooklyn (sobre el exilio de una joven
de la Irlanda empobrecida por la hambruna a unos EEUU no muy prometedores y hoy
convertida en una película mediocre) o la colección de ensayos sobre otros
escritores titulada Otras formas de matar
a tu madre, donde aparecen nombres aparentente tan dispares como Joyce,
Thomas Mann y su hijo, Emily Bronte, Jane Austen o Tennesse Williams, todos
ellos y ellas marcados/as de una forma u otra por una importante presencia o
ausencia femenina, que puede ser la
madre biológica pero también la hermana desdichada, la madrastra, el padre
dominante, la madre posesiva, la viuda acosada por sus vecinas o la madre
tierra Irlanda.
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