miércoles, 7 de septiembre de 2016

'ACTIVISMO GORDO'

Lucrecia Masson: "Colectivizar nuestros malestares más profundos y sacarlos de esos lugares de oscuridad y silencio al que están abocados tiene un gran potencial"

 

 

 Por Eduardo Nabal

 

(Pre-Patagonia argentina, 1981) Lucrecia Masson es activista feminista y autora de un magnífico capítulo sobre 'Activismo gordo' en la obra colectiva Transfeminismos, de la editorial Txalaparta.

 

 

EDUARDO NABAL.- Hola Lucrecia ¿Qué tal? Hace poco hablábamos con Carlos Savoie sobre el llamado “activismo gordo” del que también formas parte. Pero tienes además un capítulo muy bonito en el libro Transfeminismos. Yo veo lo queer como el paso de lo personal es político a lo corporal es político ¿Cómo lo ves tú?
LUCRECIA MASSON.- Creo que el feminismo ya planteó esto. El feminismo puso el cuerpo en el centro. Sí, me parece que desde algunos espacios estamos activando la dimensión corporal de la política. Y en esta línea las emociones y afectos también están tomando un lugar central, y yo no diferenciaría éstas del cuerpo. Creo que el cuerpo es individual y extenso, es singular y colectivo, y que hay aspectos de los que antes no hablábamos, o hablábamos desde otro lugar, que comienzan a estar más presentes. Aquí nos serviría como ejemplo la cuestión de la gordura. El feminismo reclama hace años el rechazo a los estándares de belleza, pero creo que hay un trabajo que comienza a hacerse ahora y que tiene mas que ver con reconocernos en nuestras vulnerabilidades y trabajar desde ahí. Recuerdo un episodio en unas jornadas feministas donde, hablando de nuestra relación con el propio cuerpo, una dijo: con lo que me ha costado a mi quererme Y otra: y con lo que me ha costado también a mi quererme, y otra, y otra, dando cuenta de lo mismo. Entonces la pregunta sería: ¿es una cuestión individual esto? Creo que hay un potencial enorme en colectivizar nuestros malestares más profundos y sacarlos de esos lugares de oscuridad y silencio al que parece que son condenados.
E. N.- Hay gente que todavía supone que los chicos u hombres gay ligamos nada mas salir de casa. Un topicazo abominable. Pero si es cierto que los lugares de encuentro, en comparación con los de lesbianas, están mas extendidos ¿Crees que ser una joven ‘gorda y feminista’ no es lo mismo que ser un ‘gay gordo y activista’?
L. M.- Pienso que en este mundo heteropatriarcal nunca es lo mismo vivir como mujer  que vivir como hombre. Y esto no será distinto para la gordura. Ser leída como mujer gorda nunca será igual que ser leído como hombre gordo. Ser mujer implica ser heterosexual, potencial útero reproductor, delgada y funcional para un capitalismo que nos espera productivas y reproductivas. En un tío una barriga cervecera supone de él ser un persona divertida y con una vida social exitosa, en ella una barriga fuera de lo establecido denotará dejadez, falta de cuidado de sí. De todas maneras, creo que el dispositivo de control ‘tallas y medidas’ funciona, aunque no de la misma manera, para cualquier corporalidad, tenga ésta los kilos que tenga. Siempre hay ese temor a perder la línea. Se nos pone a régimen. Valga la familiaridad de las palabras para pensar como se regimentan nuestros cuerpos.
E. N.- Yo he notado mi edad en algo muy particular que aparece en el libro Transfeminismos. Mi relación con las nuevas tecnologías. Nunca he sido muy bueno pero la naturalidad de las generaciones jóvenes me apabulla  ¿Tienes muchas esperanzas en Internet como herramienta sociopolítica o matizarías bastante?
L.M.- Me parece que Internet sirve hoy para muchas cosas. Por ejemplo, a través de la red, yo me mantengo en contacto constante con compañeras que activan cuestiones de cuerpos disidentes en diferentes lugares, especialmente en Latinoamérica. Creo que internet facilita experimentar nuevas formas de acción política. Activismos transfronterizos y decoloniales. Y esto por decir solo uno de los potenciales que le veo. Me parece, de momento,  una gran herramienta.
E.N.- Todavía tengo que oír que el deseo masculino es más fiero, irracional y básico que el femenino. ¿Hay algo de verdad en eso, o es continuar perpetuando desigualdades e incluso violencia?
L.M.- No creo que haya algo verdadero en el deseo. El deseo es algo que se aprende, deseamos lo que nos es posible desear, deseamos lo que nos es permitido desear. Se trata de preguntarnos qué deseamos y por qué. Reestructurar el campo del deseo me parece una tarea fundamental a asumir colectivamente, reconociéndonos y teniendo siempre bien claro que no deseamos libre ni autónomamente. De ahí la importancia de generar nuevas representaciones, construir nuevos imaginarios, dar lugar a otros cuerpos.

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