sábado, 10 de septiembre de 2016

EL CINE FRENTE AL VIH

Theo y Hugo en el mismo barco

 

Por Eduardo Nabal

 

 

 

 

 

Theo y Hugo no ha llegado a las salas burgalesas ni gaditanas, de momento.  Afortunadamente no ocurre lo mismo en otras ciudades del estado. Olivier Ducastel y Jacques Martineu han sido dos nombres fundamentales en el cine francés de los noventa, porque han dado un tono de comedia sentimental y desenfadada a historias que normalmente eran tratadas con desgarro e incluso, al principio, con morbo y sensacionalismo.
            Ellos nos hablaron de la diversidad sexual en el campo, de la adolescencia y sus desafíos,  del VIH y su vivencia cotidiana sin el tono duro, estridente y seco de otros realizadores y con una frescura que les ha llevado a realizar películas tan importantes como Drole de Félix, Ma vrai vie a Rouen  o esta Theo y Hugo: Paris :5:59, donde vuelve a desdramatizar la vida cotidiana con el VIH y también a mostrar a los, en cierto sentido, todavía excluidos de una sociedad que ha demostrado no ser tan avanzada como parece o quiere parecer, la francesa con su burguesía racista y su sustrato todavía fascistoide a pesar de sus avances culturales. Una sociedad dominada por el choque generacional y la doble moral pero en la que, para los autores, caracterizados por la trasparencia, la naturalidad  y el optimismo,  la diversidad sexual y el mestizaje de todo tipo ya no hay quien los frene a pesar de los retrocesos  sociopolíticos.
Theo y Hugo es una historia de amor entre dos chicos a las seis de la mañana en la capital de Francia. Una historia de amor que empieza en el cuarto oscuro de una sauna o discoteca.  O sea, primero el sexo y luego un largo periplo romántico nocturno y urbanita y en bicicleta donde Theo y Hugo comparten muchas cosas. El comienzo del filme es todo un desafío al espectador: 17 minutos mostrando lo que puede ocurrir en un cuarto oscuro de un bar de ambiente gay del centro de París, sin recato alguno ni elipsis pacatas. Un París donde unas zonas chocan con otras tanto en cuestiones de raza como de todo tipo de diversidad.
            Pero esa relación va a alargarse no solo porque Theo y Hugo decidan conocerse mejor, sino porque uno de ellos comete la imprudencia de no usar preservativo. Hay referencias al mundo rural brutal y homofóbico del que proviene Hugo, pero en realidad son dos algo despistados ‘extraños en la noche’ perdidos ahora en un hospital por haber tenido una relación sin protección, siendo uno de ellos seropositivo. Aunque el aspecto de ambos es simpatico y saludable a largo de toda la cinta. No son morbosas orgías de sexo sin protección, son barreras mentales que aún anidan en muchos y muchas de nosotros/as e imprudencias ocasionales que les llevan a discusiones y también a un raro lazo de unión, al principio de una peculiar historia de amor.
            En cualquier caso, Theo y Hugo están destinados a pasar la noche juntos en un horrible hospital cuya blancura y aspecto impersonal contrasta con el erotismo rojizo de las luces del cuarto no tan oscuro donde arranca el filme. Pocas veces los rincones más anodinos de Paris al amanecer resultaron tener un magnetismo tan potente sin salirse de los esquemas de la historia de amor con mayúsculas, y a la vez subvirtiéndolos. Pero de nuevo Ducastel y Martineau se invisibilizan para dejar el peso de su historia en la fuerza de los dos actores principales que parecen tocados de una mezcla de humor, inteligencia y que reinventan el amor para la gran pantalla. A diferencia de lo que ocurre normalmente, que yo sepa, en los hospitales españoles parece que las cuestiones de salud sexual están más cubiertas y las pruebas de VIH no requieren precios especiales. Lo que si requiere precio especial es poder ver un filme tan simpático, lúcido y  luminoso como Theo y Hugo por estos lares. Ni a las seis de la mañana. Y no digamos ya hacerlo.

 

 

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