Theo y Hugo en el mismo barco
Por Eduardo Nabal
Theo y Hugo no ha
llegado a las salas burgalesas ni gaditanas, de momento. Afortunadamente no ocurre lo mismo en otras
ciudades del estado. Olivier Ducastel y Jacques Martineu han sido dos nombres
fundamentales en el cine francés de los noventa, porque han dado un tono de
comedia sentimental y desenfadada a historias que normalmente eran tratadas con
desgarro e incluso, al principio, con morbo y sensacionalismo.
Ellos nos hablaron de la diversidad
sexual en el campo, de la adolescencia y sus desafíos, del VIH y su vivencia cotidiana sin el tono
duro, estridente y seco de otros realizadores y con una frescura que les ha
llevado a realizar películas tan importantes como Drole de Félix, Ma vrai vie a
Rouen o esta Theo y Hugo: Paris :5:59, donde vuelve a
desdramatizar la vida cotidiana con el VIH y también a mostrar a los, en cierto
sentido, todavía excluidos de una sociedad que ha demostrado no ser tan avanzada
como parece o quiere parecer, la francesa con su burguesía racista y su sustrato
todavía fascistoide a pesar de sus avances culturales. Una sociedad dominada
por el choque generacional y la doble moral pero en la que, para los autores,
caracterizados por la trasparencia, la naturalidad y el optimismo, la diversidad sexual y el mestizaje de todo
tipo ya no hay quien los frene a pesar de los retrocesos sociopolíticos.
Theo y Hugo es
una historia de amor entre dos chicos a las seis de la mañana en la capital de
Francia. Una historia de amor que empieza en el cuarto oscuro de una sauna o
discoteca. O sea, primero el sexo y
luego un largo periplo romántico nocturno y urbanita y en bicicleta donde Theo
y Hugo comparten muchas cosas. El comienzo del filme es todo un desafío al
espectador: 17 minutos mostrando lo que puede ocurrir en un cuarto oscuro de un
bar de ambiente gay del centro de París, sin recato alguno ni elipsis pacatas. Un
París donde unas zonas chocan con otras tanto en cuestiones de raza como de
todo tipo de diversidad.
Pero esa relación va a alargarse no solo
porque Theo y Hugo decidan conocerse mejor, sino porque uno de ellos comete la
imprudencia de no usar preservativo. Hay referencias al mundo rural brutal y
homofóbico del que proviene Hugo, pero en realidad son dos algo despistados ‘extraños
en la noche’ perdidos ahora en un hospital por haber tenido una relación sin
protección, siendo uno de ellos seropositivo. Aunque el aspecto de ambos es
simpatico y saludable a largo de toda la cinta. No son morbosas orgías de sexo
sin protección, son barreras mentales que aún anidan en muchos y muchas de
nosotros/as e imprudencias ocasionales que les llevan a discusiones y también a
un raro lazo de unión, al principio de una peculiar historia de amor.
En cualquier caso, Theo y Hugo están
destinados a pasar la noche juntos en un horrible hospital cuya blancura y
aspecto impersonal contrasta con el erotismo rojizo de las luces del cuarto no
tan oscuro donde arranca el filme. Pocas veces los rincones más anodinos de
Paris al amanecer resultaron tener un magnetismo tan potente sin salirse de los
esquemas de la historia de amor con mayúsculas, y a la vez subvirtiéndolos. Pero
de nuevo Ducastel y Martineau se invisibilizan para dejar el peso de su
historia en la fuerza de los dos actores principales que parecen tocados de una
mezcla de humor, inteligencia y que reinventan el amor para la gran pantalla. A
diferencia de lo que ocurre normalmente, que yo sepa, en los hospitales españoles
parece que las cuestiones de salud sexual están más cubiertas y las pruebas de
VIH no requieren precios especiales. Lo que si requiere precio especial es
poder ver un filme tan simpático, lúcido y
luminoso como Theo y Hugo por
estos lares. Ni a las seis de la mañana. Y no digamos ya hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario