Carlos Savoie: "Certámenes como Miss Lesbiana, Miss Transexual, etc, son reflejo de cómo la alianza entre estética y capital se extiende a todo tipo de realidades"
Por Eduardo Nabal
Carlos Savoie (Santa Cruz de Tenerife, 1998) es activista gordo,
LGTBI y especializado en la lucha contra el VIH/Sida. Enfermero de 25 años
afincado en Tenerife (Islas Canarias), es co-administrador, junto a Magda Piñeyro,
de la página 'STOP Gordofobia' en Facebook.
EDUARDO NABAL.- ‘Activismo gordo’ es llamar a las cosas por
su nombre en estos tiempos de eufemismos,
censura y autocensura. Recuerdo cuando Eve
Kosofsky Sedgwick (Epistemología del
armario) hablaba de “salir del armario como mujer gorda”. Supongo que se
refería a autodefinirse sin necesidad de que te conozcan en persona. Algo así como el parapeto virtual.
CARLOS SAVOIE.- Efectivamente. Ya
era hora de que las personas ‘gordas’ dejáramos de esconder nuestras
maravillosas barrigas y las pusiéramos encima de la mesa, tocaba arrebatarle de
una vez al patriarcado esa palabra tan bonita que le hemos regalado, como es
“gord@”, y revertir su significado desde la autoafirmación: no estamos
“rellenitas” o “talluditas”, ni tenemos “los huesos anchos”... SOMOS GORDXS.
Sin embargo, creo que no deja de ser un proceso complicado para muchas,
doloroso incluso, pues identificarte o que te identifiquen como gordo o gorda
no solo implica reconocerte como oprimida dentro de ese sistema jerárquico que
crean los canones de belleza corporal y
que nos divide entre guapas y feas, sino también aprender a aceptar todo lo que
ello conlleva, todas esas suposiciones gordofóbicas que la sociedad actual
tendrá sobre tu estado de salud, tu voluntad, tus apetencias, tu forma de ser,
tu sexualidad, tu vida social ... por el mero de hecho de ser gord@
E. N.- Parece ser que en el mundo
gay existe todavía, al menos en el más cercano al capitalismo o el consumismo,
el llamado ‘culto al cuerpo’, aunque claro, un determinado tipo de ‘cuerpo’.
Esto conlleva a situaciones en las que tu situación corporal puede determinar
si una noche ligas o no, además de muchas otras cosas. Todo ello a pesar de la respuesta
del movimiento bear y las luchas
antirracistas. Parece que llenamos los gimnasios, cuando menos, en las grandes
capitales. Esto se ha diversificado un poco, pero nunca lo bastante.
C.S.- Vayamos por partes. Por un
lado, no creo que ese ‘culto al cuerpo’ o ese proceso de normativización de la
belleza esté siendo exclusivo del ‘mundo gay’, quizás en este colectivo sea
mucho más visible y evidente y cuente con mucha más trayectoria cronológica,
pero creo que ni nuestras compis lesbianas, ni lxs bisexuales, ni lxs personas
transexuales estén libres de esta tiranía, certámenes como Miss Lesbiana, Miss
Transexual, etc., son fiel reflejo de cómo los tentáculos de la alianza entre
la estética y el capital se extienden a todo tipo de realidades. También
empieza a suceder en el caso de hombres hetero y ha sucedido y sigue sucediendo
con las mujeres. Y lo mismo digo respecto a la vertiente más anticapitalista
del colectivo LGTB. Aunque si bien es cierto que es en los colectivos
autogestionados, centros sociales okupados, asambleas transmaribibolleras o
queers donde más se está reflexionando sobre ello y generando herramientas y
estrategias para combatir la gordofobia, también son espacios donde a veces se
perpetúan este tipo de violencias reales o simbólicas, “quién esté libre de
gordofobia que tire la primera lentejuela”. Por otro lado, es cierto que ser
gordo dentro del mundo marica puede determinar si una noche ligas o no, pero yo
quiero ir más allá de todo eso. Creo que
muchas veces nos centramos más en las violencias verticales, esas que ejercen
‘las de arriba’, frente a nosotras, ‘las
de abajo’, y no tanto en las horizontales, o lo que es lo mismo, aquellas que
se ejercen entre iguales. No creo que se trate de ligar o no (que también),
sino de cómo ligamos, el por qué lo hacemos y para qué, pues en el ambiente
(incluido el bear, pues aquí nadie se
libra), en los grupos de maricas, etc., muchas veces se dan dinámicas un tanto
peligrosas y del todo insanas respecto a los cuerpos, los encuentros y las
bellezas. Por un lado, están los que yo llamo machazos alfa, que se dedican a ocupar el espacio y su hegemonía a
través de su tableta de abdominales, sus bíceps abultados, su culo perfecto y
su enorme polla, mientras que, por el otro, estamos todas las maricas menos
‘agraciadas’ (o, al menos, eso tenemos interiorizado desde muy pronto), que giramos
como satélites alrededor de éstos ejerciendo violencia entre nosotras en una
especie de competición sexual invisible por ver quién es la afortunada que se
liga al machazo alfa de turno y sube un poco su autoestima a base de saberse
ganadora respecto al resto de compañeras y siendo envidiada al presumir de ello
al día siguiente. En definitiva, el patriarcado y el capital se están riendo en
nuestras caras y no nos damos cuenta. Nos tienen entretenidas ahogándonos unas
a otras para poder seguir a flote en esta sociedad que nos asfixia, en vez de
nadar todas juntas para echar al déspota
o déspotas que nos han tirado a todas del barco. Vamos mary, que si nos organizamos, follamos todas.
“Creo que las redes sociales tienen un potencial brutal tanto para visibilizar y politizar muchos tipos de violencia como para reunir a través de grupos, encuentros, páginas, hilos de debate... a muchas personas que comparten una misma opresión.”
E. N.- Cambiaste el nombre de tu
perfil de Facebook de “Carlos Si les molesta tu pluma clávasela”, por “Si les
molesta tu barriga clávasela” ¿Qué suele molestar más y a quién?
C. S.- Jajajaja, el segundo por
descontado. Decidí cambiar de “nombre virtual” (por decirlo de alguna manera) porque
sentí que ya no necesitaba reafirmarme respecto a mi pluma, esa herida que me
había generado la plumofobia (tanto la social como la que tenía interiorizada)
se había ido cerrando. Sentí entonces que necesitaba empezar a trabajar en esa
asignatura que siempre había tenido pendiente y no le había prestado suficiente
atención: mis complejos corporales. Así que decidí modificar el famoso lema de La
Radical Gai en los ‘90 y adaptarlo a mi realidad. ¿Molesta?, sí, yo creo que a
algunas personas sí, a otras simplemente les llama la atención. Por un lado, ha
habido veces que amigas, conocidos o personas que únicamente te escriben porque
han visto tu nombre de perfil en el muro de algún colega, te agradecen que
trates el tema de manera tan pública, a la vez que te confiesan en privado sus complejos
corporales y cómo los gestionan. Su sensación respecto a las violencias que se
ejercen contra sus cuerpos y que ellas mismas ejercen contra otras, el miedo a
visibilizar estas dinámicas o a tratar el tema en según qué espacios por no
querer abrir una caja de Pandora que suponga la ruptura del grupo o colectivo,
la falta de recursos teóricos y prácticos para trabajar estas violencias y las
heridas que producen, la negación o falta de empatía por parte de muchas
compañeras y aliadas ante esta situación, etc. Y, por otro, están aquellxs que
leen tu nombre de perfil y, al más puro estilo “salvador de ballenas de
Greenpeace” y siempre “desde el cariño”, te recomiendan todo tipo de dietas,
regímenes, remedios o ejercicios (sin habérselos pedido) para bajar de peso o
te lanzan advertencias (como si hubieras nacido ayer) sobre las consecuencias
que tu gordura puede tener sobre tu salud. Hay de todo.
E. N.- Hay mucha gente que a
través de las nuevas redes sociales puede ocultar muchas cosas, incluida su
raza. Lo que los lleva al ciberarmario.
A otras les permite expresar cosas que antes no podías hacer rápidamente, como
filmar la represión policial o retrasmitir charlas o encuentros sociales.
Platero habla de Interseccionalidad, otros de teoría queer, otras de
Transfeminismos. ¿No hay peligro a que se disuelva algo importante en esta
maraña de luchas o microluchas o es precisamente al revés?
C. S.- Para mí
es precisamente al revés. Creo que las redes sociales tipo Facebook o Twiter
tienen un potencial brutal tanto para visibilizar y politizar muchos tipos de
violencia como para reunir a través de grupos, páginas, hilos de debate... a
muchas personas que comparten un mismo sentir, una misma reivindicación o una
misma opresión. El peligro creo que estriba en que la lucha se quede ahí, en
las redes, en un espacio limitado (al que no todo el mundo tiene acceso tanto
por no querer como por no poder económicamente) y con un efecto y alcance muy
concreto. Si queremos combatir la gordofobia y ganar la batalla que libramos
contra ella sobre nuestros cuerpos, habrá que ser valientes y dar un paso más,
habrá que visibilizarse y organizarse, habrá que elaborar un discurso propio y
convencer, y habrá que hacerlo en todos los sitios posibles: en las redes
sociales, en las calles, en las plazas, en los barrios, en las asambleas, en el
curro, en el sindicato, en los colegios, en las asociaciones ... y habrá que
ser creativas y hacerlo de todas las formas posibles. Porque luchar por una
vida digna de ser vivida y lo más libre de gordofobia posible, sin duda, merece
la pena.
Fantástica entrevista. Gracias por su publicación.
ResponderEliminarUn saludo,
Pablo J. Medina.