miércoles, 14 de septiembre de 2016

FESTIVAL ALCANCES

Arreta: lesbianas frente al cáncer de mama

 

Por José García

 

 

 

 

Esta tarde tendrá lugar, en el marco de la 48 edición del Festival de Cine Documental Alcances de Cádiz, el segundo pase de la película Arreta, nominalmente de las realizadoras María Zafra y Raquel Marques, pero en realidad una producción colectiva de un grupo de amigas lesbianas que ha de enfrentarse al cáncer de mama y rearticula desde esa posición una nueva concepción del cuerpo, sano o enfermo, masculino o femenino, construido o naturalizado. Vivo pero que convive con la muerte.

            Rodada en Barcelona y Guernica, se trata de una producción sencilla, que en algunos detalles del montaje se acerca a los vídeos caseros y con una fotografía modesta, un hilo narrativo prácticamente lineal que lo asemeja al biopic -diferenciado secuencialmente por escenas de espacios vacíos (la casa, la sala de radioterapia) a las que se superpone una reflexión en off- y sin más fondo musical que el vibrante zumbido de las puntas de la máquina de tatuar o los sonidos ambientales de la Guernica que cierra la película, pero que de esa manera confiere a la historia un tono de cotidianidad que la aleja de cualquier visión tremendista o naif del cáncer de mama.

            El filme comienza con la exposición desnuda del cuerpo mastectomizado de la protagonista en la sala de tatuaje de sus amigas y con el abordaje discursivo de la paradoja que da pie al rodaje de la película: ¡Mira que si nos ponemos a hacer una película y después llegó a la misma conclusión de Angelina Joly y me pongo tetas postizas para parecer igual que antes de que me supiera afectada por el cáncer!

            No es ese el desenlace de la trama, desde luego. Sin embargo, la pregunta desencadena una indagación sobre la cosificación médica del cuerpo de las mujeres, el derecho a sentir miedo ante la muerte, a la generización de la subjetividad, al derecho a elegir todo lo que podamos sobre nuestros propios cuerpos, todo ello enmarcado en un ambiente de sororidad feminista que recuerda en sus implicaciones al continuum lesbiano de Adrienne Rich.

            A la cinta no le faltan sus toques de humor. Como cuando la protagonista narra el momento en que decide acudir a la asociación ‘Lazos rosas’ y les pregunta de qué manera están trabajando el miedo ante la idea de la muerte, a lo que le espetan que se olvide de eso, que allí se viene a hacer manualidades y a criticar a los novios y a los maridos. Entonces se da cuenta que tiene que seguir otro camino, luchar contra el doble estigma de ser una “marimacho” y una “cancerosa”, doble forma de encarnación que la coloca en la posición sociodiscursiva de “un cuerpo trans”.

            Lo trágico, como trágica es la muerte por el mismo mal de otra de las mujeres que ruedan la película, está contado con tal ausencia de falsa afectación que casi pasa desapercibido para el público. Y el desenlace de la película no puede ser otro que la reconstitución de la subjetividad de la protagonista tras el largo viaje emprendido, un hecho que se expresa en la mirada subjetiva de la cámara, que sostenida esta vez por la propia afectada, solo refleja los colores y sonidos del entorno natural de la Guernica a la que el grupo de amigas vuelve tras su experiencia vital y cinematográfica.
 

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