Hoy quisiera hacer una matización
respecto de un artículo que escribí hace unas semanas en ‘Burgos Digital’
titulado La nueva masculinidad de los'hombres antipatricales', y en el que mostraba mi decepción porque este
movimiento de hombres profeministas no hubiera asumido ningún tipo de crítica a
la heterosexualidad como régimen político intrínseco a las sociedades
patriarcales. Me basaba para ello en mi último contacto con ellos, allá por
2008, cuando coincidimos en un simposio sobre ‘la nueva masculinidad’,
organizado en la Diputación de Cádiz por la entonces delegada de Igualdad, y
como bien digo solo coincidimos, porque los ponentes de ese simposio eran todos
hombres heterosexuales que hablaban de deconstruir “su” masculinidad, como si
el tema no tuviera ninguna relación con los gays, o con las lesbianas o con los
hombres transexuales.
Sin embargo, puede que esa situación
dentro del movimiento de hombres antipatriarcales se haya modificado sustancialmente.
Y lo digo por una obra ensayística de la Asociación de Hombres por la Igualdad
de Género (Ahige) que se ha presentado hace pocos días en Cádiz, dentro del
conjunto de actividades paralelas del Festival del Cine Documental Alcances, y
que me ha sorprendido gratamente.
La obra, titulada Hombres para el siglo XXI: semblanzas de
hombres feministas, recoge el testimonio e impresiones de diecinueve
hombres y su posición ante el proceso de generización que alcanza a todo
sujeto, y aunque tengo que decir, en mi modesta opinión, que la calidad
literaria de los ensayos es muy desigual, resultando muchos de los artículos
una mera retahíla de anécdotas organizadas como la típica ‘historia de vida’,
existen algunos trabajos que merecen realmente la pena, como el del crítico
literario portorriqueño Juan Pablo
Rivera, titulado Mi masculinidad de plástico, que nos hemos permitido reproducir en nuestro blogozine.
Mi masculinidad de plástico no es el único texto escrito desde la perspectiva de un gay
dentro de esta obra colectiva, pero sí resulta, a mi juicio, el más
clarividente. El movimiento de hombres antipatriarcales parece asumir con él
gran parte de los planteamientos de la teoría queer, golpea sobre los
binarismos del pensamiento heterosexual denunciado hace décadas por la filósofa
lesbiana Monique Wittig y es certero al abordar el sexo y el género como
constructos culturales. “El que, con una mirada rápida, un pediatra u obstetra
haya decidido hace más de 30 años que yo soy ‘varón’ ha tenido mucho que ver
con las expectativas sociales de/hacia las personas de mi mismo género, pero
menos que ver con las maneras en que yo decido o, sin decidir, incido en la
vivencia de mi propia masculinidad”, afirma Rivera.
Se trata, pues, de una aportación de
gran interés que el movimiento de hombres antipatricales haría muy bien en no
obviar y que nosotrs tampoco hemos querido pasar por alto.
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